"Ayer estuvo la muchacha de la peña", me cuenta al presentarme, pues esta visita le recuerda a la celebración de sus 100 años, donde en la Peña Eternamente Joven, pudo conversar y bailar con invitados contemporáneos y de otras generaciones.
A su edad, recuerda algunos sucesos que la han marcado y los cuenta, con palabras cortas, desde su trabajo en la limpieza e higienización de la notaria, ubicada en las calles Reloj, Enramadas y Bayamo, hasta su experiencia con los niños, como psicopedagoga de la Escuela Ciudad Escolar 26 de Julio y los largos trabajos voluntarios en la agricultura que marcaron su adultez. Una vez ha servido a la sociedad, hoy su entorno hace por ella.
No puede explicar cómo se llega a los 104, quizás la respuesta esté en las cosas que le gustan y que benefician al cuerpo, como caminar, aunque ya no lo hace muy seguido, y optar por una alimentación saludable, que incluya vegetales.
A lo largo de toda su vida, ha visto las generaciones de su familia crecer y dar frutos, desde sus siete hijos, 13 nietos, 12 biznietos, hasta sus cuatro tataranietos. Silvia, se siente feliz de haber formado parte de los sueños de todos ellos, y acompañarlos desde su sabiduría a ser personas de bien.
Llegar a acá, no parece ser para ella un acontecimiento, sin embargo para su hija Oneida, es felicidad, e incluso podríamos llamarle deseo de seguir sus pasos. "Quisiera yo llegar así”, anuncia, mientras inicia un día de grandes responsabilidades, entre ellas cuidar a quien le dio la vida.