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La vida eterna de nuestros muertos heroicos

31 July 2022 Escrito por 
Cartel de la exposición “Miradas”, que ocupa espacio en el Museo de la Lucha Clandestina, en el barrio Tivolí

En noviembre de 1956, la Estación de Policía de la tiranía de Fulgencio Batista se ubicaba en la cima de la Loma del Intendente, en el corazón del Tivolí, uno de los barrios más  santiagueros de Santiago de Cuba.

Desde este mirador natural, el panorama es inigualable: buena parte de la zona baja de la ciudad, con su profusión de techos que antes eran siempre rojos por el uso de tejas criollas o francesas; el zinc de las cubiertas de los almacenes que rodean el “malecón”; la vía férrea que llega casi hasta el mar, y claro: la hermosa bahía y las estribaciones  de la silenciosa e imponente Sierra Maestra.

Pero nada de estas bellezas naturales, o de las creadas por el hombre en este lado de la urbe santiaguera, ocuparon la atención de aquellos jóvenes vestidos por primera vez con el traje verdeolivo y el brazalete rojinegro del MR-26-7 (Movimiento Revolucionario 26 de Julio) que fueron hasta la Loma del Intendente a atacar y tomar o destruir la Estación de Policía el 30 de noviembre de 1956, para apoyar el desembarco del Yate Granma en la costa sur oriental de Cuba, con Fidel y 81 expedicionarios, hecho que debía producirse ese día.

FRANK 2Pero la acción en el “Intendente”, donde cayeron heroicamente Tony Alomá, Pepito Tey y Otto Parellada, era solo una parte del Levantamiento armado de Santiago de Cuba; en otros puntos de la ciudad los revolucionarios también se hicieron sentir: en el Instituto de Segunda Enseñanza, en la Policía Marítima…

Este plan de alzamiento como apoyo al “Granma”, tan bien organizado y planificado para levantar en armas a la segunda urbe de Cuba, tuvo un jefe inteligente, resuelto, exigente, ecuánime: un joven que aún no había cumplido 22 años: Frank País García.

La tiranía batistiana, conmovida hasta sus cimientos por el arrojo de los integrantes del MR-28-7, había decidido “cazar” a Frank a como diera lugar. Pero el ingenio del jefe nacional de acción y sabotaje del Movimiento y lo bien compartimentada que tenía la información ni le daban tregua a las fuerzas represoras ni le permitían localizarle.

Solo un hecho fortuito, y la cobarde delación de un antiguo compañero de aula de Frank -el despreciable Randich- hicieron posible la tarde del 30 de julio de 1957, que las fuerzas del teniente coronel José María Salas Cañizares dieran con el jefe clandestino y su compañero Raúl Pujol y los ametrallaran vilmente en el Callejón del Muro.

Lo que siguió a la muerte de los dos revolucionarios es harto conocido: la ciudad se volvió a alzar aun con más ímpetu, para condenar los asesinatos y acompañar hasta la necrópolis de Santa Ifigenia a sus dos hijos masacrados.

FRANK 3Temerosa, la fuerza policial se replegó a sus guaridas, mientras el pueblo cantaba los himnos de Bayamo y del 26 de Julio, vestía de verdeolivo a sus mártires heroicos y los llevaba hasta el cementerio, para su descanso eterno y rendirle allí cada año, incluso en 1958, el homenaje que un país rinde a todos sus mártires simbolizados en Frank País y Raúl Pujol.

Y parte de esta historia –por la que nuestros muertos heroicos jamás mueren-  la recoge la exposición “Miradas” que desde este 29 de julio de 2022 ocupa salas del Museo de la Lucha Clandestina ubicado precisamente, en aquella que fuera la Estación de Policía, en lo alto de la Loma del Intendente, en el corazón del Tivolí que es como decir en el corazón de Santiago de Cuba.

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MsC Miguel Angel Gainza Chacón

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