Santiago de Cuba,

Por los caminos de Martí

19 January 2023 Escrito por  Luis Alberto Portuondo Ortega
Foto: Cortesía del entrevistado

Cuentan que a finales de 2018 un santiaguero llegó a Cayo Hueso, Florida, Estados Unidos,  y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba el Club San Carlos; el mismo en el que José Martí estremeció con su palabra a los exiliados cubanos, a finales de 1892, para dar los primeros pasos en la preparación desde la que, cariñosamente, llamó “La Casa Cuba”  de la Guerra Necesaria.

Ese santiaguero es el médico, clínico e intensivista, Oscar Rodríguez Carballosa, quien durante casi cuatro décadas ejerció entre los hospitales Militar, Provincial y Juan Bruno Sayas de esta ciudad. Admirador de Martí desde que, allá en Chamarreta (Majaguabo, San Luis) su madre Carmen y su primer maestro Pío González Roque le inculcaron al Apóstol y su obra desde las descomunales Obras Completas y, de manera especial, de aquel ejemplar de La Edad de Oro que le obsequió en 4to grado la maestra santiaguera Gladys Heredia Guevara, compañera de Frank País en la Escuela Normal.

La mayoría de los monumentos y sitios relacionados con Martí, en Cuba, han sido visitados por este médico; recuerda con nostalgia su tiempo en La Mejorana, donde los tres grandes se reunieron en mayo de 1895, y el estado de conservación del hoy Monumento Nacional; allí realizó labor asistencial en los campamentos cañeros del central Paquito Rosales en los años 70.

Pero como la impronta del cubano más universal fue extremadamente grande en varias naciones de Latinoamérica y los propios Estados Unidos, nuestro médico ya había estado en Caracas en el año 2011 y sintió de manera poderosa el halo del Libertador que conmovió a José Martí en enero de 1881.

Oscar en el munumento a martíOscar declaró a Sierra Maestra que “al realizar, en el 2018, un viaje turístico a los Estados Unidos, desde donde nuestro Martí promovió la Gesta del 95, me propuse seguir sus huellas en la zona donde más trabajó por la independencia: los cayos de La Florida. Un amigo me convidó a visitar la zona, y le “exigí” seguir la ruta martiana que son el Club San Carlos, en la parte más céntrica del cayo, la fábrica de tabacos, y un poco más allá un monumento al Héroe Nacional. Y me dio mucha curiosidad cómo Martí se trasladaba por los cayos, todavía hay tramos de la vieja línea del tren desde donde los pescadores lanzan sus artes de pesca, y me preguntaba qué hubiera hecho yo al lado de Martí por estos lares, en los lentos trenes con máquina de vapor de finales del siglo XIX.

“Cuando entré al Club, que hoy es un museo en muy buen estado, me pareció escuchar aquellos discursos martianos y de manera especial lo que él dijo en el Liceo Cubano de Tampa en el 1891 como parte del memorable Con todos y para el bien de todos: “¡Es el sueño mío, es el sueño de todos; las palmas son novias que esperan: y hemos de poner la justicia tan alta como las palmas!” Resulta paradójico que cerca del monumento a Martí se edificó otro a los militares caídos en Viet Nam, una guerra que nunca fue de independencia sino de injerencia, de aquellos que frustraron la que Martí inició el 24 de febrero de 1895: los Estados Unidos.

“El 28 de enero celebraremos los 170 años de aquel que nació en la calle Paula; yo sugiero, especialmente a los jóvenes, la lectura y aprehensión de los textos martianos, que están en las Obras Completas y también de otros exhaustivos, y a la vez amenos, que ensalzan otras facetas de su vida como “El Martí que yo conocí”, de Blanche Zacharie de Baralt (nos muestra al hombre que gustaba de las artes, de las fiestas y otras cosas); “La Resiliencia de José Martí”, de Elsa Gutiérrez Baró (sobre el Martí que se sobrepone a todo y a todos); “Enfermedades de José Martí”, del colega Ricardo Hodelín Tablada (un estudio de la quebrantada salud del Apóstol); “La patriota del silencio” de Nydia Sarabia (versa sobre la relación sentimental que sostuvo durante el exilio en Nueva York) y por supuesto los trabajos de Cintio Vitier, del Centro de Estudios Martianos, así como la importante biografía realizada por Jorge Mañach y Robato.

“El orgullo de ser cubano, de tener la bandera de la estrella solitaria y el himno de Bayamo, nunca se puede perder. Martí no lo perdonaría.”

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