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Un triple asesinato ejecutado por la tiranía batistiana, siempre recordado con dolor y renovado espíritu revolucionario por nuestro pueblo

30 June 2022 Escrito por  Francis Velázquez Fuentes: investigador histórico y escritor, miembro de la Uneac y la Unhic y biógrafo de Josué País García.

Han transcurrido 65 años desde que en aquella funesta y luctuosa tarde del domingo 30 de junio de 1957, en el pasado siglo xx, la vil y cobarde acción criminal de esbirros uniformados del ejército, la Policía Nacional y la Marina de Guerra del batistato, descargan sus armas con brutal intensidad y alevosía contra tres insignes y corajudos luchadores clandestinos del MR-26-7 en la rebelde Santiago de Cuba: Josué País García, Floromiro Bistel Somodevilla, “Floro”, y Salvador Alberto Pascual Salcedo, “Coronita”, tronchando su vital existencia en solo minutos. Desde entonces, estos inolvidables héroes y mártires de la Patria son recordados cada año de forma solemne por las distintas generaciones del que fuera su amado pueblo natal. Mas resulta necesario retroceder algunas horas en el acontecer histórico de aquel día en la Cuna de los Maceo, a fin de poder alcanzar una visión más cabal del origen y móviles de los hechos registrados entonces en  ese ámbito.

    Luego de producirse la primera gran victoria del naciente Ejército Rebelde comandado por Fidel, al ser atacado y tomado por este el 28 de mayo del citado año el puesto del ejército batistiano en operaciones, ubicado en Uvero, costa sur de la Sierra Maestra, el régimen golpista en el poder, ante la impactante derrota sufrida entonces -cuya noticia recorre los medios de información de todo el orbe- decide rabiosamente llevar a cabo ese último día de junio, a partir de las 4:00 p.m., un evento público que denominan de forma demagógica “El mitin de la paz” o de la Coalición, que en realidad persigue dar una demostración de fuerza,  que constituye un reto y burla contra los habitantes y revolucionarios de la rebelde Santiago, para cuya materialización escogen el área del parque Céspedes, en la arteria central de la localidad. La dirección del Movimiento, ante tan repulsivo e indignante acto, concibe boicotear y desarticular el show politiquero de marras mediante la puesta en marcha de un plan de acciones contentivo de varias misiones a efectuar en varias partes de la ciudad.

     Como principal organizador del mitin figura el exgángster Rolando Masferrer Rojas, ahora Senador del régimen de facto batistiano, quien desde casi un mes antes y dotado de amplios recursos económicos inherentes al dinero robado del erario nacional, se instala en esta localidad, donde implementa toda una sistemática campaña publicitaria de invitación al mitin. La asistencia a este tiene como base el reclutamiento de personas adeptas al régimen traída de varios sitios, en especial del territorio oriental, mediante ofrecimientos materiales. Para gestarlo contará asimismo con una fuerte cobertura militar destinada a garantizar el orden y la protección de este. No hay rincón del medio urbano santiaguero en que no esté presente la soldadesca armada, con más de mil efectivos, complementada con un sistema de patrullaje en medios motorizados dotados de microondas, que por llevar en su interior un soldado, un policía y un marinero, la gente en el argot popular les nombra “Los tres pegaditos”. Forma parte de esas medidas la inclusión del grupo paramilitar creado por el propio Masferrer conocido por “Los tigres”, conformado por delincuentes y criminales que asuelan la región del oriente cubano, la imagen que ofrece Santiago a sus visitantes lo es el de una ciudad sitiada.

    Desde el lugar donde se oculta: una casa familiar marcada con el número 716 de la calle Mayía Rodríguez (Reloj), esquina a Desiderio Mesnier (Santa Rosa), a pocas cuadras del parque Céspedes, Frank País sigue de cerca desde temprano y a través de disímiles vías informativas, el curso de los preparativos en torno al tan cacareado espectáculo de los batistianos. El planeamiento revolucionario comprende la formación de tres comandos armados, que han de operar por los sectores norte y oeste de la ciudad en vehículos previamente ocupados, durante cinco minutos, efectuando algunos disparos al aire, tras lo cual deben retornar a sus sitios de origen. La colocación de una bomba de construcción casera conformada por varios cartuchos de TNT y un reloj adosado a estos, sincronizado para explotar a la hora de apertura de la actividad en cuestión, es asignada a Agustín País, quien fingiendo ser un empleado de la Conaca,  baja a los registros de la red hidráulica existentes debajo de la sede del Gobierno municipal, colocando dicho artefacto debajo de la tribuna ya instalada al efecto, cuya detonación será la señal para que salgan a la calle a accionar los comandos previstos y los hombres  de Armando García apostados cerca del parque, los cuales deben disparar y lanzar unas laticas explosivas listas para activar, contra  la tribuna, donde enfundados en trajes de dril cien figura una representación procedente de la capital. Otra de las acciones concebidas comprende realizar por un miembro del MR-26-7, trabajador de la Compañía de Teléfonos, un pase al teléfono donde se oculta Agustín Navarrete Sarlabous, “Tín”, jefe de Acción y Sabotaje en Oriente, justo cuando comience a salir al éter la bravucona verborrea de estos elementos antipueblo y se esté transmitiendo por esta vía a las principales emisoras nacionales, para una retrasmisión por estas al resto de la Isla, oportunidad que es aprovechada para gritar consignas revolucionarias tales como “¡Viva Fidel!”, “¡Abajo Batista!”, “¡Viva la Revolución”!, algo que entonces es escuchado en buena parte de la nación.

    Sin embargo, a la hora prevista no se produce la explosión esperada, lo cual crea desconcierto en quienes tienen por delante misiones que cumplir. Este es el caso de Josué, el cual lidera uno de los comandos y quien se oculta junto a Floro en San Bartolomé 313, domicilio de Gloria Montes de Oca Santana -más tarde “La Tía Angelita en el ámbito clandestino-, junto a sus tres hijas: Belkis, Elsa y Gloria. A pesar de este insistir infructuosamente en comunicarse varias veces por teléfono con Tín Navarrete, para que lo autorice a salir, no lo logra. Entonces decide prestar a Floro su pistola P-38 para que este y Salvador salgan a ocupar un auto en el cual partirá el comando hacia el Paseo Martí, en el sector norte de la ciudad. En breves minutos se aparecen ambos compañeros conduciendo un automóvil Chevrolet año 1952, ocupado a su dueño, un chofer de alquiler de nacionalidad española, en la piquera de la calle Santo Tomás (hoy Félix Pena), quien no pierde tiempo en comunicarlo a la policía. En ese medio salen, Salvador al timón, Josué delante y, detrás, las hijas de Gloria, que darán cobertura al comando hasta San Antonio, calle muy próxima al paseo, donde Josué les pide se bajen, ya que trae poco parque para las armas que llevan y porque solo podrán permanecer en la calle cinco minutos. Floro, que va en el asiento trasero, empuña una escopeta recortada Remington calibre 12 mm., que sacan de la casa envuelta en un sobrecama.

     Mientras, un segundo comando a cargo de Ernesto Matos Ruiz, previsto a actuar en el sector oeste, donde se oculta con sus hombres, cerca de Trocha y Carretera del Morro, decide enviar a dos de ellos a una piquera cercana, en la cual han de conseguir el carro en el que han de operar por similar tiempo al del comando de Josué. A pie se dirigen al sitio indicado el ya fallecido combatiente clandestino Fernando Tarradel Rodríguez y Joaquín Quintas Solá –actual viceministro de las Far, general de cuerpo de ejército y Héroe de la República de Cuba--, armados el primero de un revólver calibre 45 mm y el segundo con una pistola calibre 38 mm, quienes a la altura de la calle Tercera del reparto Veguita de Galo, frente a un bar, son interceptados por tres militares ocupantes de un jeep en servicio de patrulla, pertenecientes al Servicio de Inteligencia Regimental (SIR) del cuartel Moncada. Al intentar identificarlos, nuestros compañeros toman la iniciativa, extrayendo sus armas y disparándole de forma certera a dos de ellos que resultan muertos en el instante. El cabo George, jefe de la citada patrulla, resulta herido cuando dispara a los revolucionarios, oportunidad en que estos abandonan rápidamente el lugar, pasando a esconderse unos días en un sitio rural cercano. De esta forma y ante tal situación queda interrumpida la participación de este comando. Un tercero no logra actuar al no recibir a tiempo el parque calibre 45 mm para sus armas.

    Al desplazarse en bajada por el Paseo Martí, el auto en que va el comando de Josué es identificado por un patrullero que viene detrás, al observar el número de la chapa, ya circulada, momento a partir del cual se inicia la persecución combinada con disparo, que unas dos veces reciben respuesta de fuego por Josué y Floro, mientras aceleran la marcha. Un disparo del enemigo logra impactar un neumático del carro perseguido, el cual dando bandazos se precipita sobre el contén de la acera frente a un almacén de madera, al final del paseo y la avenida Crombet, donde otro carro patrullero, ya en guardia, a la par de otros efectivos que patrullan a pie ese sector, cual una emboscada, disparan masivamente contra el auto en que vienen los revolucionarios, del que no logran salir con vida Floro y Salvador, cercenados por la intensidad del fuego de las armas del enemigo. Josué, con algunas heridas no graves, logra abrir la puerta delantera donde viene y, pistola en mano, presto a combatir y vender cara su vida, salta a la acera. Nuevos disparos logran desplomarlo. En el suelo, todavía realiza algunos movimientos que son observados por uno de los atacantes, quien todavía con el arma humeante se percata que el herido aún vive, algo que de manera adulona y servil lo comunica de inmediato al sicario y criminal teniente coronel José María I. Salas Cañizares, el cual llega en breves minutos al lugar de los hechos acompañado como siempre de su gavilla de asesinos. Este ordena a uno de sus subordinados en un tono de voz audible para los allí presentes, que conduzca al herido al hospital de Emergencias, pero más bajito le indica eliminarlo en el trayecto, algo que pudo escuchar un niño, contratado para llevar cantinas de comida a trabajadores, que al pasar por el lugar, en medio de los disparos y presa del miedo se parapeta en un rescoldo de una casa, donde es ignorado en ese momento. Los vecinos del Paseo Martí escucharon el disparo proveniente del jeep donde llevaban a Josué, quien al llegar al citado centro médico, ya en coma, es atendido por la doctora de guardia, Nastia Noa, quien pudo comprobar que la más reciente herida recibida en la sien, rodeada de pólvora, fue la que produjo la muerte al menor de los País García, lo cual denotaba que había sido asesinado por sus captores. En esa convulsa fecha es radicada por el Juzgado de Instrucción del Norte de Santiago de Cuba la Causa Nro. 633 de 1957, en la cual resultan acusados y procesados por un delito de TRIPLE ASESINATO, LESIONES Y COACCIÓN un cabo y tres soldados, un policía y dos marineros, que nunca cumplieron prisión entonces.

    En medio de aquellos instantes, en su obligado refugio, Frank recibe la tan dolorosa noticia de la caída de su pequeño y  querido hermano. Al avanzar la noche de este día, sumido en su amargura, este escribe ese desgarrador poema que dedicara al “joven águila caído”, en el cual arranca girones de su alma. Al siguiente día Josué es ascendido post mortem al grado de capitán de milicias por la dirección del Movimiento en Santiago.

Francis Velázquez Fuentes: investigador histórico y escritor, miembro de la Uneac y la Unhic y biógrafo de Josué País García.         

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