Santiago de Cuba,

Creamos el arma y ahora tenemos miedo

20 April 2023 Escrito por  Ana María lora Sosa
Tomada de Instagram

Acaso no era ese el sueño? -vivir rodeado de tecnología que hiciese todo- desde encender las luces con palmadas, hasta hacer obras de arte, con solo colocar palabras claves que generen la imagen. Creamos el arma y ahora le tenemos miedo a la inteligencia artificial (IA).

Tras la polémica provocada, este abril, por el rechazo del fotógrafo alemán, Boris Eldagsen, al premio que se le otorgó en el concurso Sony World Fhotography Awards 2023, en la categoría creativa, con una imagen creada con inteligencia artificial; una vez más, como últimamente es costumbre, IA, ha demostrado cuan efectiva y amenazante puede ser para el hombre.

El electricista, así se llama la fotografía, que por un momento nos mueve a replantear conceptos como arte y artista.

Según Eldagsen, “las imágenes de IA y la fotografía no deberían competir entre sí en un premio, además escribió "me presenté como un mono descarado, para saber si los concursos están preparados para que entren imágenes de IA. No lo están”.

El fotógrafo se pronunció en su cuenta para dejar claro su lado: el uso de inteligencia artificial no es fotografía, así lo expresó "promtography is not photography" ; también agradeció el intercambio en torno al tema y reportó la eliminación de El Electricista de los resultados del concurso.

Edglsen desde Instagram

El debate impone preguntas que no sólo incluyen el área del arte, otras esferas también están sumergidas en el reemplazo de la fuerza humana, por máquinas dotadas de eficiencia y perfección.

Existe una delgada línea entre identificar una imagen real, ya editada y una generada por IA, la confianza en la ética que debe tener el creador para explicar la técnica con que se obtuvo la obra, la desequilibrada balanza entre poner palabras desde la comodidad y tomarse el tiempo para trabajar una idea y cumplir un largo proceso creativo, hasta obtener lo que se quiere expresar.

Camino a composiciones bien logradas, pero sin historias, sin orgullo de nuestro imaginario, camino al arte frío, sin el calor de quien se entregue en cuerpo y alma a un proyecto que ama.

No podemos quedar de espaldas a los avances tecnológicos, pero tampoco podemos cerrar los ojos al futuro que parece llevarnos a todos hacia las ciencias informáticas: hacer máquinas, pagarles, para que ellas vivan por nosotros, ignorando quienes insertaron los códigos.

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