Desde niño se adiestró en las labores del campo, hábito que dice haber heredado de sus padres y abuelos, que solían despertarse bien temprano y solo dejar en casa a los pequeños que estaban en brazos y a los ancianos de la familia.
Para Frank trabajar la tierra es su mayor tesoro, levantarse al cantío del gallo ya es un reto, pues padece de diabetes y los dolores en el cuerpo a veces le son un obstáculo, pero aún así lo motiva saber que sus plantas están hermosas y que nadie las cuida como él.
Cosecha viandas como la yuca, plátano, calabaza, también frijoles, frutas, vegetales y plantas medicinales; todo lo necesario para garantizar su alimentación y subsistencia.
Dice que se identifica más con la producción de tomate, que estos necesitan ocho horas de luz solar directa como mínimo, por lo que esta es la mejor época del año para su cultivo.
Le gusta innovar en el campo y aprovecha cada pedacito de tierra libre para injertar una semilla. Él y su esposa viven de lo que producen y afirma que aunque los años duelan su espíritu se siente como un cañón y seguirá dedicando sus días a la siembra.
Para este trabajador agrícola el arte de producir la tierra alimenta el cuerpo pero también el alma, saber que gracias a su esfuerzo muchos llevan un plato de comida a la mesa lo satisface, y afirma sentirse un artista, pero de la producción de alimentos.