Este mal lo vemos y lo sufrimos ante cada bien que necesitamos comprar. Los productos alimenticios son blanco predilecto de estas distorsiones. De estos desmanes no escapa el transporte, dígase camiones, camionetas, motores, bicitaxis y coches.
Y que conste: podemos entender que, por necesidad de los productores, los precios están obligados a subir; pero una cosa es subir de forma racional y otra es hacerlo bajo la distorsión y el abuso. Lo cierto es que se está creando una capa poblacional privilegiada que, al vender a esos precios desproporcionados, es la que pueden comprar a precios iguales, posibilidad vetada para la mayoría de la población.
Esta desigualdad afecta principalmente a los jubilados y también al resto de los trabajadores cuyos salarios no alcanzan. Nuestro presidente, nuestro primer ministro y los principales dirigentes de esta provincia, han reiterado la necesidad de luchar contra ese flagelo. Pero lo cierto es que el alza de los precios sigue, con un total desprecio al dinero… de los demás.
Pero hay otros males acompañantes. Uno es que la calidad de los productos se reduce, pero hay que seguirlos pagando igual. Y otro de mucha gravedad: el robo en el pesaje. Cierto es que hay dependientes honrados, que pesan de forma correcta, pero otros dan una cantidad inferior a la pagada por el cliente. Esos casos negativos son demasiados para citarlos aquí.
Si de luchar contra las ilegalidades se trata, pienso que las autoridades competentes podrían actuar, en primer lugar, situando pesas de comprobación en cada sitio de venta, haciendo comprobaciones y aplicando a las pesas una prueba de PCR -no buscando Covid-19- sino para detectar Pesas Con Robos. Sería un gran beneficio para toda la población.
Compartimos el criterio de que la solución definitiva de esta situación será el incremento de la producción, para lo cual sabemos el gran esfuerzo que hacen nuestros dirigentes. Pero mientras ese momento llegue, se necesita que la racionalidad y la sensatez sustituyan al desorden y la arbitrariedad. Un factor que no puede olvidarse es la plaga de intermediarios en muchos casos, con mayor provecho que los productores.
Una gran razón que nos asiste para la lucha es que todos los abanderados de ese mal reciben de la Revolución iguales beneficios de gratuidades, subsidios de productos básicos y otros muchos beneficios solo posibles bajo el abrigo del sistema socialista que defendemos.
Así vamos, enfrentando el mal de los precios, los pesos y las pesas. Buscando las soluciones que queremos, necesitamos y sabemos posibles. Como se ha definido para el país, la batalla en la producción de alimentos se define en cada municipio. Lo importante es trabajar para que del dicho al hecho, no quepa el trecho. Y convertir en realidad el lema de que con el esfuerzo de todos, venceremos.