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El Peso de la Inflación

06 January 2025 Escrito por  David Alejandro Medina Cabrales, estudiante de Periodismo

La inflación se siente en casi todos los contextos, es transversal. No hay cátedra económica que explique lo que produce cuando, entre otras cosas, el pan pasa de costar unos pocos pesos a valer 20, 30, 45 y hasta 50, como si el hecho de hornearlo —con materias primas caras— le otorgara un valor estratosférico.

Algo similar sucede con los paquetes de perro caliente y picadillo, que en el mercado informal alcanzan precios que rondan los 320, 380 y hasta 500 pesos, dependiendo del lugar.

¿Nos hacemos todos los de la vista gorda (inspectores, policías, autoridades y más) o es realmente imposible toparles a los cuentapropistas el producto más querido por los cubanos?

La inflación que nos golpea con furia y el desabastecimiento que persiste en las tiendas, donde los productos básicos se desvanecen como agua entre los dedos, son dolores de cabeza para todos: ciudadanos y directivos. Los primeros, sin respuesta ante la súbita inflación, ven cómo el dinero se escurre por entre sus dedos, mientras los intermediarios parecen moverse libres del control del Estado. Los segundos persisten en explicar que más ofertas nacionales son el único camino, aunque la manera de conseguirlo demora y el costo está siendo alto, con un impacto significativo en lo social y político del sistema.

Recientemente, en un recorrido que hice con mi familia por las principales arterias del municipio de Contramaestre, en los puntos de venta no estatales, junto a las viandas, el arroz y los frijoles colorados, se exponían cajas de perritos calientes, picadillo y pollo como si fueran tesoros prohibidos. Al preguntar por el precio, los vendedores respondieron con una mirada cómplice: el arroz a 165 pesos, los frijoles a 400, los perritos a 70 cada uno, el picadillo a 320 y el pollo a 400.

Es evidente que la resolución 225/2024 del Ministerio de Finanzas y Precios que fija los precios minoristas máximos de los productos básicos como el pollo, las salchichas, las pastas alimenticias, no se está cumpliendo; incluso cuando esta es de obligatorio cumplimiento para todos los actores económicos. La guerra contra la especulación parece haber perdido fuerza, dejando a muchos ciudadanos atrapados en un ciclo de precios desorbitados.

Lo increíble y paradójico es que así, día tras día, vamos deshojando las páginas del calendario y nos convertimos, de alguna manera, en cómplices silenciosos de estas ventas fraudulentas. El pan, suave como un abrazo, se torna inalcanzable por el precio que exige, convirtiendo el dinero en un tesoro difícil de obtener. La lucha contra la inflación y la especulación continúa siendo un desafío apremiante para todos.

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