Antonio de la Caridad Maceo y Grajales, Lugarteniente Mayor General del Ejército Libertador, saluda –montado en su caballo-, a los habitantes de la Ciudad Héroe y a quienes la visitan; mira a su pueblo desde calles, parques y avenidas de varias localidades de nuestra provincia. También está, mirando hacia Majaguabo, en un sitio emblemático de San Luis donde fue colocada una singular estatua fruto del esfuerzo de un joven y de la gente que donó el bronce.
“Siempre he sido soldado de la libertad nacional, que para Cuba deseo, y nada rechazo con tanta indignación como la pretendida idea de una guerra de razas”, afirmó el General que tuvo “tanta fuerza en la mente como en el brazo” y tempranamente comprendió quienes eran los enemigos del pueblo: “De España jamás esperé nada; siempre nos ha despreciado, y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista con el filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los americanos; todo debemos fiarlo a nuestros esfuerzos; mejor es subir o caer sin ayuda que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso”.
De manera que, en cumplimiento del objetivo cespediano, el anhelo martiano y sus profundas convicciones, aseguró que “Cuba será libre cuando la espada redentora arroje al mar sus contrarios (…) Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. A Maceo, la gloria de haberlo sacrificado todo y de ser el Titán que trascendió lo mitológico para convertirse en ejemplo imperecedero que patentizó en la Protesta de Baraguá.