Esta es una actitud muy reprochable, sobre todo cuando se manifiesta en momentos difíciles, cuando el individuo se acomoda a las circunstancias para obtener provecho, subordinando sus propios principios; es aprovecharse de los demás sin tener en cuenta la más mínima muestra de decencia.
En ese contexto nos hemos encontrado con los que venden los productos del agro -que por demás en su gran mayoría no son los productores- a precios inimaginables y sobre todo, no alcanzables para la mayoría de la población.
Los que así actúan no tienen en cuenta que con esa actitud pueden estar privando a un niño, a un adulto mayor, a un enfermo, o sencillamente a un ser humano, de un alimento indispensable para sobrevivir después del paso de un huracán. Están también los que cobran desde 50 hasta 300 pesos por cargar móviles y lámparas.
Independientemente de que muchos de esos actos están tipificados en el Código Penal Vigente, quienes se involucran en hechos y manifestaciones de este tipo deben valorar que el momento exige de una actitud solidaria, humanista, de apoyo a los más necesitados. No es justo aprovecharse de las necesidades de los demás.
Queda a la decisión individual, a la conciencia, y a los valores que nos inculcan desde la cuna, no aprovecharse de las circunstancias, de las limitaciones, de la falta de recursos y de fluido eléctrico para beneficio personal, y realizar actos vandálicos que afectan a la sociedad.