Hojeando publicaciones, entre escritos y reseñas de la época, descubrir a Gildo Miguel Fleitas López, uno de los asaltantes asesinados en la acción armada del 26 de julio de 1953.
Quienes le conocieron lo describen alto, grueso, de espejuelos, y muy alegre, educado, carismático, capaz de sacar lo bueno hasta de lo malo; vivía en el barrio La Ceiba, Marianao; y para entonces enamoraba a una joven vecina, Francisca González Gómez -Paquita de 18 años-; a quien Gildo de 33, primero le impartía por las noches clases de inglés y mecanografía.
De esa relación nació el amor y vino el matrimonio, que fue rápido y fugaz, porque se casaron el 18 de mayo de 1953, y apenas dos meses después, él fue asesinado tras los sucesos del Moncada, el 26 de julio.
En una entrevista que le hiciera a Paquita el periódico Trabajadores, refiere que comenzó el noviazgo y al poco tiempo supo de las inquietudes políticas de su prometido, quien laboraba como oficinista en el Colegio de Belén. Fue allí donde conoció y estableció una estrecha amistad con Fidel Castro Ruz.
“Un día me habló de la necesidad de ayudar a Fidel, aspirante a representante por la ortodoxia, y así fue. Muchas veces Gildo me visitaba acompañado por él. Posteriormente lo hacían también otros miembros del grupo revolucionario, entre ellos Abel Santamaría, Pedro Marrero y Ernesto Tizol, que no pocas veces almorzaban o comían en mi casa, cuyas puertas siempre se mantuvieron abiertas para ellos”, expuso en uno de sus testimonios a la prensa.
Rememora también la despedida de soltero que le hicieran a Gildo sus compañeros de ideales, y que fue todo un acontecimiento. Le firmaron hasta un calzoncillo con mensajes propios de la ocasión, que Paquita conservó con mucho celo.
“El viernes 24 de julio, él llegó del trabajo y comentó que iba para Oriente. Cuando se iba, me expresó: ‘oigas lo que oigas, despreocúpate, que yo siempre te avisaré.
“El martes 28 vi dos caras pegadas al cristal de mi puerta, abrí y me preguntaron si yo era Paquita. Les respondí que sí, y me dijeron que tenían que pasar. En total eran tres; uno fue para la cocina, otro para el cuarto y el tercero se quedó parado en la puerta con cara de perro bulldog. A este último, lo invité a sentarse, pero no quiso.
“Entonces, el que se encontraba en el cuarto cogió unos papeles que estaban en una gaveta, le dije que no los tocara, pues pertenecían a mi esposo y no me hizo caso. Me enseñó el carné del Servicio de Inteligencia Militar. Ahí fue donde me puse nerviosa.
“El miércoles, el dueño de la arrocera donde trabajaba Gildo en ese momento llamó a mi padre y le dijo que mi esposo había muerto en el asalto al cuartel Moncada. Ese mismo día mi papá me indicó que recogiera todo y me llevó para su casa”.
Gildo al marchar no imaginó que saldría a un viaje sin retorno, tampoco que Paquita llevaba en su vientre el fruto del amor. Gildita nació el 16 de marzo de 1954. En el año del centenario del Apóstol, cuando un grupo de jóvenes se proponía asaltar el cuartel Moncada -segunda fortaleza militar más grande de Cuba-, en busca de sueños de libertad y justicia; un joven de esa generación de cubanos, murió en combate cercano a la posta 3; otros también cayeron en la acción armada que falló tácticamente, pero que abrió el camino hasta lograr la definitiva victoria.
A 70 años del Moncada, Gildo, quien había bailado poco antes de la acción en los carnavales santiagueros, quien no perdió su sentido del humor ni en los momentos más difíciles, y le dijera a su compañero de lucha Pedro Miret: “Oye, Pedrito, mira a ver si puedes hacer que estos tipos guarden silencio, para echar un pestañazo”, y minutos después fue ametrallado; es de esos hombres, de esos nombres que -sin ser muy conocidos-, tienen una historia y un ejemplo imborrable cuando se habla de la Revolución cubana y sus héroes y mártires.