Los Reynaldo
En el antiguo central Los Reynaldo aún quedan muchos habitantes que se dedicaron durante más de 20 años a trabajar allí, antes de su clausura. Sus instalaciones, inicialmente, pertenecieron al municipio 30 de noviembre, ubicado en Guantánamo, como el más grande de la región, que representaba cerca del 30% de la producción mercantil en esa provincia. Con posterioridad, en la reorganización político-administrativa, son reubicadas en Santiago.
Uno de sus empleados era Ramos Bouz Alonzo, quien se desempeñó como Jefe de taller de maquinado, y acumuló 43 años de labor ininterrumpida en el lugar:
“El central producía aproximadamente unas 420 t en 24 horas y en la zafra 51 mil t. El azúcar cruda elaborada era de exportación, para lo cual se enviaba directamente al puerto de Boquerón. En ese entonces, en dependencia de la calidad del producto se recibía una ganancia.
“La producción siempre ha estado dada en base a la cantidad de caña a moler. Este era un central de 360 mil @; a partir de los años 70ꞌ se empezó a gestionar un nuevo potencial de 400 mil @; al moler más, se confeccionaba más. También, estaba en dependencia de los rendimientos, pero nosotros siempre íbamos por encima del plan; por supuesto, a veces con baches por alguna caña pasada de tiempo o quemada, pero el central cumplía todo lo que estaba establecido”.
Ramos Bouz cuenta que durante el Período Especial en tiempo de paz, Cuba tuvo una disminución en los rendimientos agropecuarios, por falta de fertilizantes, que afectaba el crecimiento de los cultivos. Para él ahí radica la base de la decisión de clausurar el central en el año 2005, por la escases de materias primas. Sin embargo, la paralización del mismo fue con la intención de conservarlo, no de demolerlo.
Desafortunadamente, las piezas no se preservaron, muchas se perdieron, y cuando se orientó el restablecimiento del central, no molía bien por el faltante de estructuras importantes al interior de los ingenios. El descuido, la negligencia, irresponsabilidad y falta de vigilancia, lastró el arranque de este lugar.
Por otra parte, acerca de qué vino después de perder el trabajo en “Los Reynaldo”, Dioscoribe Cosme Noblet, quien era su Jefe de fabricación de azúcar, con 32 años de labor, dijo a Sierra Maestra que:

“Imagínese que usted trabaje en su centro laboral y al día siguiente le digan que cerró; nosotros nos hicimos hombres allí, nos formamos; aún recuerdo el olor a guarapo y a miel; eso es algo que cala. Nosotros esperando a que reabriera…pero nunca ocurrió”.
Muchos de estos trabajadores se dedicaron a labores agrícolas, en áreas vinculadas al Minaz. Sin embargo, refieren que varios de los beneficios que les prometieron por su labor sostenida en el sector, no se cumplieron; una de las acciones que no se efectuó fue la del mantenimiento a los bateyes, para no afectar al trabajador y a los vecinos:
“Ahora la industria prácticamente no tiene caña, claramente no puede haber azúcar si no tienen caña para producirla, y el azúcar fue quien consolidó este país”, aludió Cosme Noblet.
Pese a esta realidad, para el que fuese el Jefe de taller de maquinado, Ramos Bouz, son varias las potencialidades legadas de aquellos años que se pueden aprovechar en la actualidad para rescatar el sector:
“Prácticamente los alrededores de este central eran sembrados con caña de azúcar y un área de autoconsumo, donde se empleaba la atracción animal.
“Nosotros utilizábamos personal de Santiago que venían a cortar caña aquí, por la afectación a la mecanización, pues teníamos muy pocas áreas mecanizadas, y usábamos mucho la parte manual.
“Pese a esto el central en aquel entonces alcanzó ser vanguardia nacional azucarero por 12 años consecutivos en materia de innovación. Aquí se fabricaban hasta los ventiladores inducidos de las calderas, se recuperaban los rotores de las turbinas…prácticamente se producían y recuperaban todas las piezas, y muy pocas se importaban.
“Si un innovador se jubilaba de la institución y se necesitaba su ayuda, se incorporaba voluntariamente, no había ni que mandarlo a buscar para que aportase su experiencia.
“El bloqueo siempre ha existido, y siempre hubo escases de piezas, pero contábamos con colectivos que se dedicaban a recuperar y a trabajar en esa base, un comité innovador. Los jóvenes tenían mucha participación, egresados de la Enseñanza Media, técnicos, graduados del Nivel Superior de la Universidad Julio Antonio Mella, quienes aportaban mucho con sus conocimientos. Venían economistas, químicos, automáticos, ingenieros mecánicos y se formaban aquí, en la práctica”.
En el antiguo central Los Reynaldo participaban alrededor de 3 000 macheteros y 300 trabajadores del central, una fuerza laboral considerable en la que los jóvenes desempeñaban un rol fundamental. El trabajo del azúcar siempre fue para ellos sinónimo de tradición y continuidad, ya que era una labor heredada de padres a hijos:
“La motivación que existía en la localidad era esto –señaló Ramos Bouz-; aquí las personas se sentaban en el parque a ver su central echar humo. El inicio de la zafra era un acontecimiento celebrado con fiestas; hoy todos se han ido”.

Luis Enrique Durruti Portes, era el Jefe de turno, y acumuló 26 años de labor hasta el cierre del central. Para él, el azúcar forma parte no solo de un renglón de la economía del país, sino de la cultura de la nación, de su historia Patria e idiosincrasia:
“Al ron cubano lo declararon como patrimonio inmaterial, y de dónde sale, pues de la caña de azúcar. Hay que recuperar la tradición, ese sentido de pertenencia, esa atención diferenciada que había para cada uno de sus trabajadores”.