Presencias latentes como la del Che van dejando huellas en los proyectos de vida de cada generación ulterior porque el legado de su obra política, económica, humanística e incluso personal, lo ubica en todos los ámbitos de hoy, en disímiles escenarios de resistencia y de combate.
Proponerse ser como él, tal y como me lo enseñaron en la Primaria puede considerarse un homenaje constante a su legado y una forma de mostrar un camino, sin embargo, considero que emular su altura como proyecto de vida contemporáneo es un imposible; en cambio pienso que su presencia se perpetúa cuando somos solidarios, nos afianzamos a nuestros principios, persistimos en los empeños.
Por estos días la televisión, periódicos convencionales y en línea, las redes sociales digitales nos traen muchos recuerdos de la vida de Guevara; lo vemos estivando sacos, hilando en una fábrica textil, compartiendo un almuerzo con obreros, cortando caña, levantando una pared de bloques.
También recordamos al aficionado a la fotografía, al bancario, el economista, el diplomático, el orador en Naciones Unidas, al padre de familia y esposo amoroso como siempre lo describe su hija Aleida; nunca dejamos de pensar al Médico, el guerrillero, el combatiente internacionalista.
Y lo recuento, para entender que son tan diversas las facetas que nos llegan del Che, que sería muy difícil que algún cubano conocedor de su obra no se pregunte en algún momento: ¿Qué habría hecho el Che en una situación como esta?
En ocasiones recreo en mi mente las difundidas imágenes de su asesinato con solo 39 años cumplidos, su cuerpo inerte sobre una mesa fía, en su mirada aún desafiante y me entristezco, después reacciono y pienso que fue un hombre que vivió intensamente, emprendió cuanto proyecto se propuso, y me atrevo a decir que encaró la muerte en el momento que quiso, consciente de que había hecho lo suficiente para reencarnar y regresar hecho millones.