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Centro Cultural Francisco Prat Puig, faro de la memoria santiaguera

01 August 2025 Escrito por 

El 1ro de agosto de 2003, Santiago de Cuba presenció el renacer de uno de sus símbolos educativos y arquitectónicos más venerables: el antiguo Seminario San Basilio Magno, fundado en 1722. Este inmueble, testigo de tres siglos de vida intelectual, había albergado la primera institución de enseñanza superior de la ciudad, la primera imprenta y la primera biblioteca.

Entre sus muros de piedra, cuando funcionaba como Colegio Nuestra Señora de la Caridad, estudiaron los hermanos Fidel, Raúl y Ramón Castro Ruz. Declarado Monumento Nacional el 21 de julio del 2003 por la Resolución 190, su transformación en centro cultural no fue solo una restauración física, sino una resurrección simbólica.

La creación del centro generó debates: mientras algunos cuestionaban que un espacio con colecciones museables de valor universal -arte, arqueología, documentos históricos- no se denominara “museo”, otros defendían con pasión su concepción como espacio cultural dinámico. Gisela Coronel, especialista del centro, sintetizó su filosofía: “Conservar, promover y divulgar el patrimonio material y espiritual vinculado a Prat Puig y al inmueble, mediante estrategias participativas que vinculan arte, coleccionismo y trabajo sociocultural”. Esta visión innovadora buscaba romper con la estática tradición, priorizando el diálogo comunitario.

Cuatro espacios articulan la narrativa del centro: la sala de Historia, que relata la evolución del edificio desde 1722 con fotografías, objetos y testimonios de sus etapas como seminario, colegio y ahora centro cultural. Exhibe hasta la mesa donde estudiaron los Castro. La sala Memorial Francisco Prat Puig muestra objetos personales del intelectual catalán-cubano (1906-1997), como sus notas de arqueología, herramientas de restauración y hallazgos del Castillo del Morro. Un homenaje al hombre que fundó la carrera de Historia del Arte en la Universidad de Oriente en 1983.

La sala de la Colección de Arte Universal reúne piezas atesoradas por Prat Puig, desde cerámicas prehistóricas hasta obras del siglo XX, organizadas didácticamente para ilustrar el desarrollo creativo de diversas culturas, y la sala de Exposiciones Transitorias es una plataforma para artistas locales e internacionales, donde conviven pintura, escultura y nuevas tendencias.

Por su parte, la antigua Capilla San Basilio Magno, restaurada en 2011, es el corazón emotivo; allí se descubrió un mural del siglo XVIII durante las obras, y hoy acoge conciertos de cámara, presentaciones de libros y debates académicos.

Proyectos que tejen comunidad

El centro ha trascendido su rol expositivo para convertirse en un laboratorio social. Ha acogido propuestas como “Jirones de Antaño”, espacio mensual dirigido por el historiador Rafael Duarte y Gisela Coronel, donde se rescatan historias olvidadas de la ciudad. Su primera sesión (febrero de 2022) develó detalles de la vida de Prat Puig, con la participación de académicos como la Dra. Yaumara López. En “Conversándote” se concretaban encuentros con personalidades de la cultura, las ciencias y el deporte.

Para visibiliza la artesanía femenina y su aporte a la identidad santiaguera nació “Con las mismas manos”, y la Cátedra de Estudios Franco-Cubanos explora la influencia gala en la cultura local, reflejando el legado francés en el oriente cubano.

La institución honra a un hombre excepcional: Francisco Prat Puig, llegado a Cuba en 1939 tras exiliarse de la España franquista. Adoptó la ciudadanía cubana en 1947 y se radicó en Santiago en 1948. Restauró joyas como la Iglesia de Santa María del Rosario (1940), la Casa de Diego Velázquez (considerada la más antigua de Cuba) y el Castillo del Morro (años 60). Su libro "El Pre Barroco en Cuba" (1947) sigue siendo texto fundacional de la arquitectura insular. Como docente, alfabetizó en la campaña revolucionaria y formó generaciones de historiadores del arte.

El Centro Cultural Francisco Prat Puig encarna hoy la esencia de su mentor: un puente entre memoria y futuro. En su patio central, donde un laurel crece junto a piedras bicentenarias, Santiago encuentra su reflejo más auténtico: un patrimonio que no se conserva en vitrinas, sino en las manos de su pueblo.

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Daniela Verdecia Castillo

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