Fundada el 25 de julio de 1515 por el conquistador Diego Velázquez de Cuéllar, esta ciudad fue no solo la primera capital de nuestro país, sino también el epicentro de grandes gestas libertarias, saqueos piratas y revoluciones que marcaron el destino de la Isla.
Su nombre, en honor al apóstol Santiago, patrón de España, pronto se convirtió en sinónimo de valía y resistencia a la adversidad.
Desde sus inicios, Santiago fue un imán para aventureros y rebeldes. Hernán Cortés, su primer alcalde, partió desde aquí hacia la conquista de México, mientras que el pirata François Le Clerc, conocido como “Pata de Palo”, saqueó la ciudad en 1554, llevándose un botín de 80 000 pesos . Pero Santiago no se rindió -ni lo ha hecho nunca-.
En el siglo XVIII, el Castillo de San Pedro de la Roca, hoy Patrimonio de la Humanidad, se alzó como un gigante de piedra para defenderla de futuras incursiones .
El siglo XIX trajo consigo oleadas de inmigrantes franceses que huían de la Revolución Haitiana, enriqueciendo la cultura y cimentando su fama como “Ciudad Hospitalaria de las Américas” . Fue aquí donde Facundo Bacardí creó en 1862 el ron que llevaría su nombre, convirtiendo a Santiago en la cuna de una tradición que hoy recorre el mundo .
Pero si algo define a Santiago es su espíritu indomable. En 1898, sus costas fueron testigo de la batalla naval que selló el fin del dominio español en América. Y en 1953, un grupo de jóvenes guiados por el Comandante en Jefe Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada, gesta que, aunque fracasó en el momento, encendió la chispa de la Revolución Cubana.
Hoy, a punto de cumplir 510 años, esta tierra indómita sigue siendo un símbolo de lucha y alegría. Sus carnavales, congas y fiesta del Fuego llenan de color sus calles, mientras el eco de sus tambores parece repetir el lema que la define: “Rebelde ayer, hospitalaria hoy, y heroica siempre”.
Santiago de Cuba no se cuenta: se vive, se siente y, sobre todo, se defiende.