Santiago de Cuba,

Un crimen aterrador

15 April 2024 Escrito por  Mercedes Acosta Fornaris
Telecentro Tele Turquino

Hay sucesos en el decurso histórico de Cuba que permanecen con profundo dolor en el recuerdo de los cubanos, testigos y víctimas de una etapa en que la muerte deambulaba triunfante, al amparo de un régimen sanguinario con su binomio perfecto, el imperio norte.

Sucedió el 16 de abril de 1958 cuando 5 jóvenes, casi niños, eran detenidos para, en la madrugada del siguiente día, sumarse a larga lista de asesinados como consecuencia de incalificables torturas y metrallas del gobierno tiránico y genocida, presidido por aquel maltrecho y desnaturalizado Fulgencio Batista.

Fue Santiago de Cuba el escenario del terrible acontecimiento, que aunque nada excepcional, porque era parte del diario acontecer, marcó hondo en el corazón de sus hijos, decididos a acabar con la miseria y el descalabro humano.

La masacre a los hermanos Marañón, una historia aterradora de 66 años atrás, lastima aún la memoria de la generación testigo de aquellos hechos e ilustra a los jóvenes de hoy el alcance de aquel sistema, destinado a someter por ambición, a costo de la vida.

Habían transcurrido siete días después de la huelga de abril de 1958, cuando el pueblo se abrazó en unánime protesta contra el régimen opresor y bestial. Los hermanos Sergio, Melquiades, Conrado y Hernán, y el primo Marcelo, todos entre 25 y 17 años, fueron arrancados del seno de su familia, alrededor de las 5 de la madrugada del fatídico día, por los esbirros batistianos sedientos de sangre.

Los muchachos aún dormían. De pronto se sintió el ruido característico de varios carros de la policía, anuncio aterrador de algún suceso. Al tocar a la puerta de la casa, ubicada en Aguilera No. 860, se asomó asustada la madre, Pilar Pérez Lescay, y acto seguido irrumpieron en el recinto. El más comprometido, Sergio, se oculta en el sótano, y el más pequeño, de 14 años, llamado Ramón, se cubre detrás de un barril. Al no encontrar a Sergio hacen por retirarse, pero, según parece, una delación los lleva a descubrirlo. En acto irracional y feroz se llevan a los cuatro hermanos, y suman a Marcelo, el primo que vivía a solo dos casas, en Aguilera 864.

Día tras día la madre se personaba en el Cuartel Moncada para saber de sus hijos, hasta que un militar comentó frente a ella, “todos los días viene y no sabe que los mataron”. Cayó desfallecida.

Después se conoció que como resultado aquel fatídico día de la detención, a Sergio y Melquiades los habían destrozado con torturas horribles: les sacaron los ojos, las uñas, machacaron sus genitales y les enterraron hierro caliente por el ano, hasta asesinarlos; a los dos restantes y al primo los habían ametrallado con igual saña.

Luego pudo comprobarse que las torturas a los dos primeros sucedieron en las mazmorras del cuartel Moncada y a seguidas los tiraron, ya moribundos, en las afueras de Santiago. Cuentan los vecinos que los esbirros cercaron el lugar para que nadie acudiera a ayudarlos y que hasta la madrugada sintieron quejidos de dolor. A los dos hermanos restantes, Conrado y Hernán, y al primo Marcelo, les propinaron golpes dentro de las celdas y después los asesinaron a tiros en la finca La Ratonera, poblado de Baire.

¡¿Qué importaban razones para las bestias!?... O que estuvieran en contra de la vida oprobiosa y queisieran ser libres, estudiar, bailar, tener novias, vivir y disfrutar de una inocencia, ya adulta por la crueldad de esa vida.

Pilar había perdido a cuatro de sus cinco hijos varones, masacrados a sangre fría por mantenerse firmes y no delatar a sus compañeros. Sergio y Melquiades habían participado en la huelga de abril y en el entierro de Frank y los otros dos, a pesar de su corta edad, eran combatientes de la lucha clandestina. Esos eran sus “delitos”, querían un futuro mejor para su Patria. ¡Cuántos sueños arrancados!

Los días 16 y 17 de abril de 1958 testifican ante la historia este crimen aterrador, episodio real de un pasado al que los cubanos nunca volverán, porque hoy es vasta la fuerza de jóvenes que comprometen su inteligencia, su fortaleza y su lealtad para continuar creciendo en la Patria soberana, con coraje y amor.

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