Es alarmante e inconcebible que existan opiniones y actitudes como estas: “los problemas con la corriente y el agua, han sacado lo peor del ser humano”, “yo tengo cisterna, pero no puedo dar ni un poquito, porque si no la ponen me quedo pasando trabajo”, “el agua no tuvo fuerza para subir al edificio, solo llegó al primer piso y mi vecino nos la está vendiendo”, “ya voy por cuatro tanques, no puedo seguir comprándola porque mi economía no me da”, “mi vecino 'consigue' una pipa que lo abastece casi semanal y aunque sabe que está violando, es incapaz de dejarnos coger un poquito, luego con total prepotencia: a derrochar lo que tanto necesitamos, agua”…
En tiempos de crisis no solo escasean recursos, también afloran miserias humanas a las que no estamos acostumbrados porque desde las primeras edades y hasta el final de la existencia, en los hogares cubanos se incita a ayudar siempre a quien lo necesite, a compartir lo que hay. Somos solidarios por excelencia, ante cualquier problema dentro o fuera del país, ahí están los cubanos.
Entonces, por muy difíciles que sean los tiempos, no podemos perder de vista que el barrio es el espacio de los ‘buenos días’, del disfrute al encontrarnos, de la genuina preocupación por el otro, de solidaridad cuando el dolor no solo se comparte en familia, sino que une a amigos, compañeros, conocidos, vecinos que tratan de aliviar la pena, generando hermosos lazos de fraternidad. En la vecindad, los problemas se resuelven entre todos y el bienestar de uno, provoca la alegría colectiva.
Nuestros barrios están llenos de lindos gestos, de historias comunes, donde se entrelazan esfuerzos y sacrificios para dentro de lo posible crear mejores condiciones de vida, por eso hoy tenemos que frenar toda conducta negativa, que denigre los valores con los que nos hemos formado.
Se agradece que un desconocido se ofrezca a ayudarnos, esos pequeños detalles nos alimentan el alma. ¿Por qué aprovecharse de las carencias para abusar de quienes les rodean? ¿Por qué no buscar soluciones que nos beneficien a todos? ¿Por qué no unirnos para ayudar a las acciones que se realizan para mitigar la situación?
Hemos sido testigos de que en ocasiones se labora abriendo zanjas, en busca de solucionar roturas y mientras se trabaja a pico y pala, porque los equipos no son suficientes muchas personas solo se dedican a mirar pasivamente, ¿Por qué no colaborar? ¿Por qué no brindarles un buchito de café o un vaso de agua a esos trabajadores?
Lamentablemente, no todos participan en la solución de los problemas que nos aquejan. En cambio, algunos dejan a un lado el sentido común y faltan a la decencia al realizar propuestas oportunistas y querer lucrar con un recurso tan preciado como el agua, a expensas de las personas más cercanas.
Es hora de no perder de vista el valor de la solidaridad, de compartir más, de respetar y coexistir impidiendo el egoísmo y el individualismo. No nacemos solidarios, pero esto debe inculcarse desde la infancia y mantenerse toda la vida.