Opinión
Desde el municipio de Palma Soriano un mensaje claro llega en este Día Mundial de la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes: “Decidir con información, vivir con libertad”. La jornada en la institución educativa “Juan José Verdecia”, perteneciente al Policlínico “Ramiro Betancourt”, no fue un acto aislado. Es un eslabón más en la estrategia nacional de Cuba para enfrentar un desafío de salud pública que puede transformar el proyecto de vida de los jóvenes.
Una vez más, nos encontramos inmersos en la temporada ciclónica -comprendida del 1ro de junio al 30 de noviembre-, una etapa en la que la madre naturaleza nos impone un rigor extra y para la que, en teoría, la preparación debería ser una constante.
Es cierto que el país presenta serios problemas en el Sistema Eléctrico Nacional de los que Santiago de Cuba no está exenta, a lo que se suma la intensa sequía que azota al territorio y que obliga a extremar las medidas de ahorro ya que los embalses están muy deprimidos y se buscan alternativas para mantener la vitalidad de los servicios y suministrar el agua al sector residencial.
La carencia de servicios higiénicos públicos en nuestra ciudad representa un desafío para la gestión urbana. Los existentes, en la mayoría de las ocasiones presentan problemas de horario y mantenimiento, lo que afecta la comodidad de ciudadanos y visitantes.
Este 1 de septiembre fue un día feliz para la familia cubana, en especial para la santiaguera: comenzó el curso escolar 2025-2026; un nuevo periodo en el que, como hace varios años, el Sector enfrenta retos para sostener y continuar con éxito lo que Fidel concibió como un derecho universal, la Educación.
Vivimos en una “aldea global” aunque millones no tengan acceso a las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Con el auge de internet y especialmente de las redes sociales, los hechos más disímiles se dan a conocer con inmediatez y, en no pocas ocasiones, sin escrúpulos.
Recuerdo con esa nitidez que da la nostalgia, cómo en mis años de infancia las noches en el barrio tenían un ritmo distinto. Mi papá salía de casa con una taza de café, listo para asumir la guardia cederista. Minutos después, lo acompañaba el vecino de al lado, y luego otro. No se trataba de un simple encuentro entre vecinos; era un compromiso asumido con profunda convicción popular, para custodiar lo que era de todos: desde los cables eléctricos hasta la serenidad de los hogares donde descansaban nuestras familias.
Con independencia de hechos que históricamente han obstaculizado el desarrollo del país -como por ejemplo, el bloqueo de Estados Unidos, desde hace más de 60 años, y la injusta inclusión de Cuba en la lista de países supuestamente promotores del terrorismo, que ahuyentan a inversores y proveedores internacionales-, las indisciplinas sociales, el delito y la corrupción, también han sido caldo de cultivo.
Una discusión acerca del elevado precio del pan (bola) -similar al de la canasta básica- de 20 pesos, por los vendedores callejeros, cuando este último sólo cuesta 75 centavos, me hizo meditar sobre otros casos como este, que están afectando el bolsillo de la población, y hasta la economía de la isla.
Ayer, mientras me trasladaba a mi casa en un carro que tomé -en Contramaestre- haciendo “botella” -como se dice popularmente-, fui testigo de una escena que debería ser inadmisible en cualquier sociedad, el conductor y varios pasajeros ingerían bebidas alcohólicas sin el menor reparo, como si las carreteras no estuvieran ya teñidas de tragedias.