Santiago de Cuba,

Opinión

Punto y aparte de los festejos de la juventud comunista y los pioneros por sus aniversarios, el 4 de Abril, tres importantes hechos signaron los primeros días abrileños: la reunión del Consejo de Ministros en la que se indicaron acciones concretas destinadas al control de los precios; el fallo de la Alta Corte de Inglaterra y Gales a favor de Cuba tras el juicio promovido por el fondo buitre CFR I Limited y los intercambios de la Comisión de Candidaturas Nacional con los diputados recién elegidos con el propósito de conocer sus propuestas para los cargos principales por elegir al estrenarse la X Legislatura.

Alguien que admiro y respeto muchísimo suele decir que en las situaciones más difíciles aflora lo peor o lo mejor de los seres humanos; y que siempre prevalece la bondad, por muy recios que sean los problemas.

En no pocas ocasiones percibimos el desconocimiento de las personas respecto a temas de gran interés social que en el pasado reciente fueron objeto de debate y análisis en medios radiales, televisivos e impresos, pero sobre todo, en espacios públicos hacia donde se movilizaron especialistas y gestores sociales capacitados con la respectiva  convocatoria por cuanta vía fuera posible; es precisamente sobre estos últimos escenarios que lo invito a leer dada su pertinencia en el contexto cubano actual.

Si las películas cubanas La muerte de un burócrata (1966), Se permuta (1983) y Plaff o Demasiado miedo a la vida (1988) con los personajes del burócrata administrador del cementerio, Guillermo y Contreras estamparon a aquellos que, desde sus puestos de dirección, lo complejizan todo y a la vez se benefician de todo, el Lindoro Incapaz del programa Deja que yo te cuente, de alguna manera, sintetizó el modus operandi de estos,  particularmente con el carro que “es de todos los trabajadores”.

Me satisfizo escuchar las respuestas ofrecidas por un cubano residente en la Argentina a otro compatriota, muy joven, que no ha visitado otros parajes más allá de los de nuestro archipiélago; pero que asume como verdad absoluta que en el resto del orbe se vive mejor...

Hoy saqué mi pullover. No es el que siempre soñé. Lo imaginaba azul, blanco y rojo: como mi bandera. De niña, mi abuelo no quería llevarme al estadio porque decía que era muy intranquila. No aguantaba más de dos inning viendo el juego y le pedía regresar.

Nancy vive con Raúl, su esposo, en una casita del centro de la ciudad de Santiago de Cuba. De matrimonio ya son 60 años, más que bodas de oro. Son las tres de la tarde de un domingo, y en su casa están intentando sostener una conversación, pero un potente y agujereante ruido no se los permite ni exaltando la voz o cerrando puerta y ventanas. En la cuadra, a pocos pasos
de allí, un grupo de jóvenes y adolescentes tienen puesta música bien alta; y cuando Nancy le pide de favor que bajen un poco el nivel, le responden con una mueca de insulto, la fiesta sigue y el escándalo aumenta.

Cuando usted transita por cualquier parte de Chago en no pocas ocasiones escucha expresiones como estas: “hasta cuándo van a seguir subiendo los precios”, “¿nadie ve esto?”, “¿dónde están los inspectores?”…

Buscar la verdad a partir de los hechos, como lo propusieron los grandes pensadores chinos Sun Yat-sen y Mao Zedong; enfrentarse a la censura e inconscientemente a la autocensura; discrepar y contrastar; de alguna manera los periodistas hacemos todo eso la mayor parte del tiempo.

Muchos podrían decir que no es cierto cuando, en nombre de mi condición humana, digo que soy feliz. Habrá quienes me tilden de romántica o quizás de raciocinio absurdo por tantos avatares que afrontamos, y es que mi corazón late sin remordimientos, sin pesimismo, sin odios y pleno de amor, al compás de la fuerza de mi país.

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