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¿A qué esperamos?

23 September 2025 Escrito por 

Una vez más, nos encontramos inmersos en la temporada ciclónica -comprendida del 1ro de junio al 30 de noviembre-, una etapa en la que la madre naturaleza nos impone un rigor extra y para la que, en teoría, la preparación debería ser una constante.

Sin embargo, un paseo por la céntrica calle Enramadas ofrece una imagen que alarma. Los tragantes, esas bocas urbanas destinadas a aliviar la embestida de las aguas, aparecen ahogados por la basura, obstruidos por el desecho y la indolencia.

La situación trasciende lo ambiental o de salubridad; es un reflejo de la irresponsabilidad. Resulta fácil, y hasta cierto punto justo, señalar al ciudadano que desecha un envase o un papel sin pensar en las consecuencias. La falta de cultura cívica es un lastre real. Pero la autocrítica debe ser más profunda y ascender en la escala de responsabilidades.

¿Dónde está la labor persistente de mantenimiento y limpieza que debe ejecutarse con carácter previo y preventivo? ¿Funciona el sistema de recogida de basura con la eficacia necesaria para que los vecinos no se vean tentados a buscar alternativas? Son preguntas incómodas que exigen respuestas más allá de la excusa fácil.

La temporada ciclónica no es una sorpresa. Es una cita en el almanaque que sabemos con certeza que llegará. Por ello, la permisividad con el estado de la infraestructura crítica de drenaje raya en la irresponsabilidad.

Las experiencias pasadas, con calles convertidas en ríos y casas anegadas, parecen lecciones que se evaporan con el primer sol. Se actúa, con demasiada frecuencia, sobre las consecuencias y no sobre las causas. Se reacciona cuando el agua ya está en la puerta, en lugar de evitar que llegue a inundarla.

La ciudad no es ajena a sus habitantes; es el hogar colectivo. La pregunta es directa: ¿Qué estamos dispuestos a hacer, desde nuestro espacio individual, para protegerla? ¿Bajaremos la mirada ante un papel que cae al suelo o asumiremos el papel de guardianes de nuestra propia ciudad?

Sin la movilización consciente de todos, los esfuerzos serán insuficientes. El próximo aguacero fuerte no avisará. La pregunta que queda flotando en el ambiente, tan pesada como la basura que tapa los tragantes, es: ¿Aprenderemos esta vez, o seguiremos jugando con fuego -o con agua- hasta que una desgracia nos obligue a hacerlo?

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M.Sc. Milagros Alonso Pérez

Licenciada en Periodismo. Máster en Estudios de Lengua y Discursos. Graduada de los posgrados de Gestión, Redacción y Publicación de Artículos Científicos en Ciencias Sociales y Humanísticas y de Gestión de Redes Sociales. Profesora Instructora de la Universidad de Oriente. Periodista del Sierra Maestra.

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