Santiago de Cuba,

Sin el compromiso joven con el tiempo que se vive, sería imposible pensar un futuro

04 April 2024 Escrito por  Periódico Granma

Los más grandes próceres de nuestra historia han dejado para la posteridad, en sus legados, conceptos que hacen sumamente abarcador ese refrán popular de que la juventud es un tesoro.

Más allá de la valía de los años mozos, por la fuerza, la energía, el empuje y las incontenibles ganas de hacer, tiene la juventud el mérito insoslayable de la creación, la persecución apasionada de sueños y la entrega ilimitada a las obras que, por herencia y convicción, hacemos nuestras.

En cada época vivida hasta hoy, ha sido el espíritu transformador de las nuevas generaciones, un impulso imprescindible para cambiar los tiempos, construir esperanzas, convertir en realidades las más justas y sinceras utopías.

Aunque parezca un principio demasiado obvio ese de que todos, sin excepción, para llegar a la madurez de la vida primero debieron transitar por la niñez y la juventud, a veces no valoramos en su justa medida que gran parte del ser humano en el que nos convertimos, tras el moldeo inevitable de los años, se debe a ese niño, a esa niña, al joven o la muchacha que una vez fuimos.

Si bien es cierto que la adquisición de valores y normas éticas y morales es un proceso paulatino, difícilmente ese patrimonio intangible de nuestra personalidad pueda crecer, si no fue debidamente sedimentado y curtido en esos años que van desde la ingenuidad de la fantasía hasta la más profunda y sensible comprensión del mundo.

Sin las sonrisas infantiles y adolescentes, sin su mágica esencia, sin el colorido y la felicidad que imprimen al vivir cotidiano de esta tierra, la obra de la Revolución, sus esencias, estarían incompletas.

Por eso, sin el compromiso joven con el tiempo vivido, sin su apego profundo a la cubanía, sin el ímpetu arrollador de sus pasos engrandeciendo el presente, sería imposible pensar un futuro.

Entonces, cada 4 de abril es motivo de felicidad, del abrazo desbordado entre certezas, de las manos que se entrelazan al recibir de otras manos las banderas, porque en Cuba, niñez y juventud, son el divino tesoro de la Patria.

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