El azúcar, la que por muchas décadas fuera la principal fuente de riqueza del país enfrenta muchos desafíos hoy.

Hay vocación de rescatar una industria emblemática, pero en la concreta son más los retos que las realizaciones.

En medio de ese panorama, para los habitantes del batey Paquito Rosales o Borgita como se conoce popularmente, resulta una noticia excelente que su central azucarero, se incorpore luego de tres años de paralización a la zafra. Aquí casi todo el mundo está relacionado con el central, directa o indirectamente. Por eso celebraron su incorporación y su buen funcionamiento.

Ese compromiso, esa identificación, ese cariño resultan vitales. La gente se siente privilegiada por conservar su ingenio. Otros no tuvieron esa suerte. Y hay que vivir en un batey azucarero para comprender la estrecha relación que establece la población con su fábrica.

El Paquito Rosales volvió a moler para satisfacción de miles de vecinos, acostumbrados a que de sus máquinas surja el latido que identifica a toda una comunidad. Aunque las zafras en Cuba y San Luis han cambiado mucho, cuando inició esta zafra en Borgita, es como si el central estuviera vivo, y mientras las máquinas respiran nosotros también, me dijo encantado otro habitante del batey, que al ver la grabadora se escondió entre los carros de línea que, cargados de caña, esperaban para ser devorados por la añeja industria.