Santiago de Cuba,

Desde Ana, mucho cambió...

10 December 2023 Escrito por 
Tomada de Internet

Siempre que la nostalgia me contagia, a mi mente viene Ana en aquel saloncito humilde de clases, donde demostró lo buena que era en Matemáticas, tanto así que todavía siendo muy mayor conservaba su avidez para los cálculos.

Ana Dolores Mena Manzanet, mi bisabuela, cursaba los primeros años de enseñanza. Cuando narraba esos tiempos, en que no había Revolución, siempre hacía la historia de Ballín Maletín, apodo que como niños traviesos le puso su aula al 'profe' de su asignatura favorita. Todavía retumbaban en su mente los golpeteos en el pupitre, y el coro de mofa sana del grupo hacia el maestro. Solo fue un día: “A la mañana siguiente que dieron la queja a todos, papá me sacó de la escuela. Me dijo que allí se iba a estudiar, que no fuera si no iba a ser así.

“No lo hizo por maldad, sino por ignorancia. No llegué ni al sexto grado”, me contaba. Pero décadas después, ofreció cursos desde la Federación de Mujeres Cubanas, como educadora-costurera, y hubiese continuado ejerciéndolo de no ser por mi bisabuelo, que pensaba que el trabajo en la calle, no era para la mujer. Pero con el tiempo y la obra social cubana, las mentalidades fueron cambiando. No es cosa de un día ni de dos, es un proceso que aún se construye sistemáticamente.

Mi abuela María Cristina Ruz Mena, su hija, aprendió de todo un poco, mecanografía -que después me enseñó-, anatomía patológica...y aunque no llegó a la Universidad, asumió distintas responsabilidades en Ópticas, incluida la dirección.

Conoció en una reunión al Líder Histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz; aún muestra con orgullo el periódico Sierra Maestra que registró ese encuentro donde fue reconocida. Allí aprendió del Comandante, que no se puede esperar a que los problemas no se solucionen por la falta de un tornillo para espejuelos, que por demás haya que comprarlo caro en el exterior, sino que hay que pasar a la acción con lo que se tiene, con el talento al servicio y premio de la ciencia y la innovación, es la respuesta. Estas y otras fueron las oportunidades que disfrutó mi abuela.

Su única hija, Yadira Pérez Ruz, mi madre, sí llegó a cursar estudios de Educación Superior. No tuvo una oportunidad, sino dos: matriculó en Ingeniería en Control Automático, y luego se reorientó hacia la Licenciatura en Farmacia, profesión que ama por encima de todas las cosas. Crecí con esta máxima que me repetía todo el tiempo, cuando pensaba en cejar en mis esfuerzos, o me sentía agotada, frustrada o decepcionada: “Tu abuela y yo somos negras. Lo que somos es gracias a las oportunidades que hemos tenido”.

Así seguí cursando un año y otro en una carrera que adoro. Ciertamente mi familia añoraba que fuese médico; es verdad que nuestros doctores son honorables, no solo por su solidaridad y humanismo aquí y allá, sino también por su incondicionalidad, que pese a los percances materiales, siguen dando vida a sus pacientes.

Pero lo que escogí orgullosamente es el Periodismo, el que me abrió las puertas además al magisterio y cursos de superación; a un medio de comunicación que nos exige ser mejores para nuestros lectores.

A esa facultad de soñar, luchar, conquistar, perseverar y vencer, yo le llamo derechos. Miro a mi amiga trans, que tanto tiempo quiso exhibir sin temor su nombre, su identidad, su orientación sexual, de género; laborar según sus capacidades y aptitudes, no por cómo la gente la veía, y que actualmente esté viviendo esa felicidad, constituye un triunfo. Cuando entre derrotas se abre ese triunfo, se dice: “valió la pena”. Cuando el amor y la justicia no son solo un documento, y en la praxis se abren estas puertas y ventanas, uno se siente en casa.

Cuando mi vecino me pregunta lo que pienso, siento y deseo, antes de hacer algo que nos afecte a ambos, defino que ahí hay respeto, comunicación y expresión. Cada vez que acudo a una institución, entidad u organismo y existe un diálogo o soluciones fructíferas, me concibo como una ciudadana a la cual no se le han vulnerado sus derechos. Mientras persistamos en nuestra función de asistir y escuchar o ser escuchados, también estaremos defendiendo un derecho individual y colectivo, como seres humanos, como nación.

Yo vuelvo a la imagen de ese pisito de tierra, al cual se le colocaba sacos y se limpiaba a diario y ‘brillaba’; donde mi tatarabuelo llegaba en su caballo, y el sonido de las espuelas sobresaltaba al perro Corbata. Mucho ha cambiado desde entonces; aunque queda mucho por transformar.

El país está adscrito a diversos tratados internacionales, que abogan por derechos humanos de primera generación, lo cual se relaciona en decretos, decretos-leyes, leyes y resoluciones de aplicación territorial. Las comparaciones no son buenas, sobre todo entre culturas y contextos diferentes ni para bien ni para mal ni al servicio de ninguna clase de manipulación o impunidad.

Desde Ana hasta la fecha mucho cambió y aún queda mucho por cambiar en pos de nuestros valores y principios. Mi deseo es que mis hijos y nietos hagan de esta una sociedad mejor; una madre Patria desde la cual siempre se podrá apostar por la defensa de los derechos humanos para todos los cubanos.

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M.Sc. Milagros Alonso Pérez

Licenciada en Periodismo. Máster en Estudios de Lengua y Discursos. Graduada de los posgrados de Gestión, Redacción y Publicación de Artículos Científicos en Ciencias Sociales y Humanísticas y de Gestión de Redes Sociales. Profesora Instructora de la Universidad de Oriente. Periodista del Sierra Maestra.

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