Santiago de Cuba,

Especiales

Entrevista a Margiola Sánchez del Campo, Orden Mariana Grajales

Ella es un océano, tan profunda como el Atlántico; atractiva a la par del sur del Caribe; serena como el horizonte de cada puesta del sol oriental; indetenible como las olas que bañan el litoral santiaguero, transparente y franca, cuál dueña de los fluidos que inundan su historia de vida, común y sincera, cubana, aunque su nombre simule el Mar de Giola.

Cerca de los 90, una canción se erigió en no pocas almas. En su letra, Eva, negada a derramar todas sus energías en el retiro hogareño, a cambio a veces solo del sustento, timonea su nave, y «remonta vuelo».

Hay que tratar de ahorrar electricidad. Sí, es en serio amigo lector. Seguro usted dirá: “¡ahorrar con tantos apagones! Pues sí. Porque esa es la única manera, si todos contribuimos, de que sean menos las horas de afectación por déficit.

En la “Casa de Pedro el cojo” hay un retrato en la pared. No es una reliquia. Más bien parece un altar. El que entra, acto seguido, levanta la vista y descubre la fotografía. Está puesta allí para eso, para y por los agradecidos, que con orgullo, guardan un tesoro en la pared.

Entre los orgullos de Santiago de Cuba está el nombre de Fidel, resguardado con flores de muchos jardines en el cementerio “Santa Ifigenia”, glorificándole en el Aniversario 97 de su natalicio.

Mis niñas construyen su propio Fidel con las lecturas de los libros escolares, las anécdotas que les contamos en casa y lo que ven en la televisión.

La vista está fija en el mar. Sus ojos apenas parpadean. Mientras trabaja sabe que no hay cabida al descuido y rastrea con la mirada cada movimiento en el agua, cada niño atrevido y adulto aventurero. Sabe que ante un imprevisto su actuar rápido podrá salvar la vida de la o las personas. La seguridad en los balnearios está en sus manos.

Fidel nunca creyó vivir tanto, lo dijo públicamente en el VI Congreso del Partido en abril de 2016. En el cónclave afirmó "pronto seré como los demás", pero en cierto modo se equivocó porque nuestro Comandante en Jefe no fue, ni será como los demás.

Los pasillos del poligráfico Santiago extrañarán sus pasos finos, su voz de mando alta, pero delicada, su dulzura de fémina y su inteligencia en los cálculos, aunque su nombre quedará por muchos años en esta instalación que “robó” parte de la vida de Damaris Cardona Garbey.

“En una sola cosa somos iguales al 26 de julio de 1953: la misma fe en los destinos de la Patria, la misma confianza en las virtudes de nuestro pueblo, la misma seguridad en la victoria, la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer”.

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