Con responsabilidad, maneja un microbús Yutong que le ha llevado, junto a colaboradores y directivos de las Misiones Sociales Cubanas, hasta los más recónditos sitios de la geografía morocha. Lo ha hecho sin accidentes o averías, con destreza al volante y confianza en su buseta.

“Nunca descuido el estado técnico del carro, porque es el que asegura que se cubran las distancias. Hay que cumplir con los ciclos de mantenimiento, no abusar de sus capacidades en carretera… y siempre se llega. De nuestro trabajo depende la seguridad de los colaboradores y su presencia en los lugares donde más ayudan al pueblo venezolano.”

Según confiesa Daniel, Venezuela intimida a cualquier chofer. Entre geografía, distancias y tránsito, pone retos que solo se vencen con seriedad, habilidades, cierta dosis de audacia y hasta con el uso adecuado de las nuevas tecnologías.

“Al principio es difícil manejar entre montañas, por 6 o 10 horas… o en las grandes ciudades. Aquí el tránsito es complicado, porque los venezolanos no son muy respetuosos de las señales, aunque sí tienen mucha cortesía vial. Para guiarnos, utilizamos aplicaciones de nuestros teléfonos, porque no conocemos muy bien las ciudades por las que pasamos.”

Con manos firmes sobre el timón y empatía total con sus pasajeros y vehículo, sigue desandando con éxito las carreteras venezolanas el santiaguero Daniel Quevedo Poll, con justicia, uno de los mejores choferes de la Misión Médica Cubana en Venezuela.

“He recorrido casi todo el país y he visto cosas que jamás olvidaré. Una vez, hasta monté la Yutong en una patana, para cruzar el Orinoco. Son experiencias muy bonitas que no había vivido y que siempre recordaré.”