Cada resquicio, piedra, balcón, montaña, brota en su discurso. Es muy fácil para el transportarnos a las calles de la muy noble y muy leal sin importar idiomas o geografías. Hace que todos quieran conocer al menos alguna vez en su vida esta tierra nuestra.

Lamentin y sus gestores aprehenden cada detalle sobre estrategias, cartografía, mapas culturales, paisajes, arquitectura, urbanidad, desarrollado durante años desde la villa santiaguera. Se buscan alianzas para construir ciudades más cercanas a la idiosincrasia y cultura de nuestros pueblos.

Varias voces exponen experiencias en la Mesa redonda sobre los desafíos del desarrollo urbano en el Caribe: del Malecón a las orillas del Calebassier.

El maestro Alberto Lezcay se impone una vez más con su sapiencia sobre el difícil arte monumental. Hay innumerables vivencias acumuladas en Cuba y el mundo. Sus talleres de la Fundación Caguayo son testimonio de cada experiencia. Lo certifican las manos que moldearon a Maceo, al cimarrón, a Lam.

El Premio Nacional está convencido de que “el hecho de que formemos parte de un proceso y una región en constante formación por todas las influencias multiculturales eso nos exige asumir una actitud más abierta”.

En su presentación dialoga con Patricia Donatien sobre la visión martiniqueña de este arte impercedero en espacios públicos.

Alison Gajadahar de St.Lucie y Florence Gunot de Haiti reflexionan sobre normas para la renovación del patrimonio y las arquitecturas del Caribe. El Alcalde David Zobda está implicado con estos cambios, con estos sueños que trascienden a Lamentin. Por eso el evento es un llamado para aunar esfuerzos.

Medio ambiente, ecología, una fábrica de arte social, los modelos europeos y caribeños. Aquí se reafirma lo autóctono. Hay mucho sentido de pertenencia en cada debate.

A está hora pienso mucho en Joel James. En todo lo que aprendemos en su Casa y su festival. La caribeñidad es algo genético de lo que no podemos desprendernos.