En pocos días, y coincidiendo con el aniversario 63 de la fundación de la mayor organización de masas del país, se cumplirán 20 años de pronunciadas esas palabras y la unidad del pueblo sigue siendo “el secreto de la Revolución”, razón suficiente para que sea la cualidad más preciada, aquella que hay que preservar primero que cualquier cosa porque su debilitamiento puede poner en riesgo la continuidad del proyecto social cubano.

Hoy no se trata de petardos que explotan alrededor de un acto público ni amenazas de sabotear las instituciones sociales, sin embargo, el reto se perfila más difícil valorando el contexto económico-social que vive Cuba, del que por cotidiano y público no es necesario brindar detalles, pero una cosa es cierta, la clave sigue viva en el barrio y en las familias.

Amén de la complejidad del contexto, la vitalidad de la organización depende de que en cada célula de la sociedad cubana se eduque a las nuevas generaciones formadas en su seno, en el valor de salvar vidas mediante una donación de sangre, en no tirar a la basura los envases reciclables y sí venderlos a los recolectores de materias primas; que se enseñe la importancia de mantener limpios los alrededores de viviendas y edificios para evitar la proliferación de vectores, solo por citar lo que históricamente fue elemental en el funcionamiento de un “comité”.

Otro asunto, y este constituye la esencia misma de la organización, es la vigilancia entendida como evitar que se roben los breakers eléctricos de los paneles de contadores e incluso los propios contadores; que corten las tomas de aguas de los edificios multifamiliares o incluso que violen la seguridad de alguna vivienda, estas son cuestiones elementales de la vida en comunidad y todas forman parte del funcionamiento de los CDR ¿No es tan difícil verdad?