La disminución de los índices de contagio por Covid-19 en todas las

provincias cubanas, unido a la efectividad de las vacunas y al protocolo establecido para su combate, han hecho posible el paso hacia esta nueva normalidad, sin mascarilla mediante.

Pero, que se haya retirado su obligatoriedad, no significa que cada quien disponga si lo usa o no. Cada cual conoce sus vulnerabilidades además de que continuar llevándola se convierte en una decisión personal.

Lo cierto es, y tal cual lo expresa el nuevo protocolo sanitario, habrá

lugares, como los hospitales, en los que será necesario. Colas, la

concurrencia en los medios de transporte, reuniones, espacios cerrados, actividades festivas y otros en los que sea evidente la aglomeración de personas, también deben ser motivo de uso.

Los días de encierro y restricciones van quedando atrás. Pero la Covid todavía es una realidad para millones de personas en el mundo, y nosotros, que conocemos sus graves consecuencias, no debemos hacer de esta nueva normalidad, un caos.

Del papel de cada quien en su cuidado, y su aporte al cuidado de otros, dependerá que no volvamos a necesitar de la prenda y que comencemos a respirar libremente, otra vez.

Vale la pena el esfuerzo, máxime cuando ya se ha convertido en habitual. Y más aún cuando conocemos de memoria que el nasobuco o mascarilla no solo nos defiende contra la Covid-19 sino también de cualquier otra enfermedad respiratoria.

Esta redactora todavía tiene sus recelos. Después de tanto tiempo de sufrimiento y de pérdidas, la memoria se niega a borrar el cassette que grabó tantos días triste.

Ahora es decisión personal, y cada quien debe ser juicio con lo que hace.

Aprovechemos que estamos libres de nasobuco, pero con mucha cordura, esa que nos permitirá volver a leer los labios y disfrutar de la sonrisa del otro.