Se trata de un serio problema, que pone en riesgo lo más preciado para las familias, ocasiona gastos considerables al sistema de Salud y compromete el futuro de un territorio donde existe un alto envejecimiento poblacional y una baja natalidad.

El consumo de alcohol, cigarro y otras drogas; la nutrición deficiente, la anemia y las enfermedades crónicas no compensadas pueden ocasionar anomalías en el desarrollo fetal, así como el parto pretérmino. De ahí la importancia de acudir al médico de familia antes de concebir un embarazo, para modificar todo lo que pueda atentar contra la salud y la vida de la madre y su hijo.

Las embarazadas deben seguir rigurosamente los tratamientos y recomendaciones médicas. Y en esto es muy importante el apoyo familiar para que asistian a las consultas, se realicen los estudios de cada trimestre y tengan una alimentación saludable. Además, es necesario que se cumpla el ingreso en el hogar materno cuando sea indicado, pues allí se aseguran los alimentos, el
descanso y la atención integral que permite reducir los riesgos.

Salud Pública tiene que seguir profundizando en la atención a las gestantes en las comunidades y en las unidades asistenciales; y ver la calidad de los servicios médicos en estrecha relación con el confort, la higiene y la elaboración adecuada de los alimentos en los hospitales y hogares maternos.

Esta batalla no es responsabilidad exclusiva de Salud. Urge fortalecer el trabajo intersectorial para que sean realmente efectivas las estrategias trazadas a nivel municipal y provincial. En los consejos populares tienen que articularse las organizaciones políticas y de masas, las unidades productivas, los proyectos culturales y deportivos, los emprendimientos, y otros actores sociales para
aportar al propósito de lograr madres y bebés sanos.

Si lo vemos y lo enfrentamos como lo que es: un problema de toda la sociedad, el bajo peso al nacer puede dejar de cobrar vidas en Santiago de Cuba.