Nacido en Alquízar el 20 de abril de 1923, su vida fue un ejemplo de dedicación y entrega a la ciencia, la exploración y la defensa de la naturaleza y la cultura de la Mayor de las Antillas.
Núñez Jiménez fue reconocido en 1995 como el “cuarto descubridor de Cuba”, título otorgado por la Sociedad Espeleológica de Cuba y la Sociedad Cubana de Geografía, situándolo al nivel de figuras como Cristóbal Colón y Alejandro de Humboldt.
Su pasión por la espeleología lo llevó a fundar la Sociedad Espeleológica de Cuba en 1940, cuando apenas tenía 17 años, y a descubrir la Gran Caverna de Santo Tomás, la mayor cueva del país, en la década de 1950.
Su trabajo científico abarcó disciplinas como la geografía, la arqueología, la meteorología y la antropología. Participó en expediciones a los confines del planeta, desde el Polo Norte hasta la Antártida, y dirigió la histórica travesía “En Canoa del Amazonas al Caribe” (1987-1988), que recorrió 20 países para promover la unidad latinoamericana y el estudio de las culturas ancestrales.
Como revolucionario, se unió al Ejército Rebelde bajo el mando del Guerrillero Heroico Ernesto Che Guevara durante la Campaña de Liberación del Centro de Cuba en 1958. Tras el triunfo definitivo de la Revolución, ocupó cargos clave como director del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y presidente fundador de la Academia de Ciencias de Cuba, donde sentó las bases para el desarrollo de la meteorología y la investigación científica en Cuba.
Su legado literario es impresionante, más de 190 libros y 1665 artículos que documentan desde la geografía cubana hasta el arte rupestre de América Latina. En 1994, creó la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, que hoy continúa su labor en la protección del medio ambiente y la preservación de las raíces indígenas.
Núñez Jiménez también dejó huella en la diplomacia cubana.
Como embajador en Perú (1972-1978), fortaleció los lazos históricos entre ambos pueblos y estudió decenas de sitios con petroglifos, lo que le hizo merecedor de la condecoración “El Sol del Perú” -uno de los honores más altos que puede recibir una persona en Perú, ya sea peruana o extranjera- por sus contribuciones.
Hoy, cuando se cumplen 27 años de su partida, su enseñanza perdura: la curiosidad científica, el compromiso con la tierra y la convicción de que el conocimiento debe servir para unir a los pueblos. Como él mismo demostró, Cuba no solo se descubre con los ojos, sino con la pasión de quienes entienden que la naturaleza y el hombre son uno solo.