Desde pequeña escuchaba decir, va hablar el Fifo; el caballo viene a Santiago, palabras sencillas que resumían a ese gigante y la esencia de su liderazgo de humanidad, capacidad de ser uno más en el pueblo y a la vez, su inmensa responsabilidad de liderar y defender la Revolución
Con el paso del tiempo en el año 1973, en la graduación del 5to Contingente Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, estuve muy cerca de Fidel. Luego, cuando el país comenzó la Batalla se Ideas por el regreso de Elián González, y vino a Santiago a una Tribuna Abierta.
No recuerdo la fecha exacta, fue un día de un amanecer muy lluvioso, miles de personas se dieron cita en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo para juntos reclamar la devolución del niño.
Un grupo de compañeros fuimos seleccionados para estar en el cordón de seguridad y allí estuvimos, la lluvia no fue motivo para amilanarnos.
Recuerdo que en dos o tres ocasiones se asomó para ver cómo estaba la plaza, mientras llegaba la hora del comienzo a la Tribuna Abierta.
Una persona allegada que tuvo la misión de su seguridad en el interior de la Plaza, me contó que estaba muy preocupado porque el pueblo se estaba mojando y que en una de sus salidas a la parte de afuera para ver si la lluvia era fuerte, quisieron ponerle una sombrilla y no estuvo de acuerdo ni lo admitió, y hacía muchas preguntas: ¿desde qué hora había comenzado la movilización? ¿Cuántas horas llevaban de pie? ¿Sí había llovido la noche entera?...
La pertinaz lluvia seguía y decidió comenzar antes de la hora acordada en contra de su seguridad, porque se iba a mojar. Bajó de la tribuna y se colocó casi frente al podio, donde minutos más tarde pronunciaría su discurso.
El Comandantes estaba escasamente a unos dos o tres pasado de donde nos situaron a nosotros en el cordón de seguridad y pudimos verlo de muy cerca.
Nunca se me ha olvidado su barba rojiza, sus finas manos, y su esbelta figura. Le llevaron una bebida humeante en una taza rosada con unas pequeñas bolas doradas, que años más tarde supe de la historia de ese objeto.
Nunca estuvo tranquilo, veíamos como hablaba, y por sus gestos sabíamos que daba órdenes e indicaba acciones, hasta que subió al podio.
La verdad es que no sentimos cansancio ¿nerviosismo? sí y mucho por lo que significaba en primer lugar el cumplimiento de la tarea que nos había encomendado el Partido en la provincia y la responsabilidad que teníamos desde ese cordón cuidarlo y velar por su seguridad.
Tener tan cerca a ese hombre de talla mundial e inmensamente grande por sus ideas y pensamientos significó mucho para todos y creo que quienes tuvimos ese compromiso lo recordamos como un momento muy lindo en nuestras vidas.