Santiago de Cuba,

La mascarilla mortuoria de Frank País refleja también la valentía de los santiagueros

30 July 2025 Escrito por 

Son varios los escritos que reflejan cómo se realizó mascarilla mortuoria de Frank País García, -retrato escultórico en yeso- realizado al héroe de la clandestinidad después de su muerte. Hoy tratamos de recopilar algunos datos y escritos que reflejan el hecho.

Como relata la historia en la tarde del 30 de julio de 1957 fueron ultimados a balazos Frank País García y Raúl Pujol Arencibia, en la calle San Germán y Callejón del Muro, convirtiéndose en uno de los hechos más trascendentales de la guerra revolucionaria.

Luego de su asesinato, Vilma Espín Guillois, localizó a su amigo de la Universidad de Oriente, uno de los abogados de la Causa 67, el Dr. Jorge Serguera Riverí, y le encargó que acompañara a Doña Rosario y a los reverendos bautistas Agustín y Celestino González a reclamar el cuerpo de Frank.

Allí fueron apoyados por el médico forense, Dr. Manuel Prieto Aragón, quien increpando al teniente coronel José María Salas Cañizares le exigía, que si ya había matado a Frank, que al menos le entregara el cadáver a su madre.

Según los documentos históricos consultados, el cuerpo de Frank fue llevado a su casa en San Bartolomé #226. Su madre Doña Rosario, América, Graciela Aguiar, Marinita Malleuve y Carmona limpiaron su cuerpo, taponearon sus 36 perforaciones y lo vistieron con el traje blanco que sus compañeros le regalaron para el juicio por la Causa 67 en mayo de 1957.

Hasta allí fue su compañero desde la infancia y subordinado en los movimientos insurreccionales, Luis Cleger, quien cumpliendo instrucciones de Vilma había ido a solicitarle a Doña Rosario, en nombre del Movimiento Revolucionario, el cadáver de Frank para velarlo en la casa de su novia América Domitro Terlebauca, en Heredia y Clarín, un lugar céntrico de Santiago de Cuba, a lo que la Doña contestó: "Hagan lo que crean mejor. Frank es de ustedes".

La noche del 30 se veló a Frank en casa de América y en horas del amanecer, llegaron cuatro revolucionarios vestidos con sus uniformes de chóferes de los autobuses y junto con Marinita Malleuve vistieron el cuerpo de Frank con el uniforme verde olivo, sobre su corazón colocaron una flor blanca, y un brazalete del 26 Julio en su pecho y a su derecha una escarapela con las tres estrellas de Comandante en Jefe, en honores póstumos, del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el mismo grado militar de Fidel Castro Ruz.

Tres días después, los cuatro jóvenes fueron vilmente asesinados: Edgardo Salmón Romaguera, Jaime Contreras Pagés, Manuel Prada Contreras y Facundo Duany Ruiz. La muerte de los jóvenes conmovió al pueblo santiaguero y especialmente a sus compañeros de lucha, quienes se dieron cita en la calle San Basilio No. 404 en la residencia del combatiente clandestino Miguel Duque de Estrada, entre ellos se encontraban Vilma Espín y René Ramos Latour.

Ramos Latour habló de la necesidad de hacerle un entierro que se hiciera sentir en la ciudad y dijo, además, que era ineludible hacerle al líder clandestino una mascarilla.

El viejo Duque de Estrada habló con su vecina de la calle San Basilio, la escultora y profesora de Dibujo de la Universidad de Oriente, Olga Maidique Patricio, y esta le dijo que no tenía yeso, pero si se lo conseguían, se la hacía. Apremiaba buscar los materiales imprescindibles y se le da esa misión a Sonia Martínez Riera y Silvia Duque de Estrada Riera, quienes tuvieron la responsabilidad de conseguir los recursos para la inolvidable obra que se quería realizar.

De inmediato, Sonia se dirigió al Ten Cent, en la calle Enramadas entre San Félix y San Pedro, pero ya las tiendas habían cerrado en señal de huelga espontánea por el asesinato del hijo más querido de Santiago de Cuba.

Sonia habló con el policía del establecimiento de la empresa norteamericana F.W.Woolworth Company, de apellido Valdés y le dijo que necesitaba yeso para hacerle la mascarilla a Frank País. De inmediato, le permitió entrar y tomar la cantidad requerida. La muchacha le pagó los 25 centavos que costaba el paquete.

Silvia Duque de Estrada compró el aceite necesario en la tienda El Colmado, ubicada en Calvario y San Basilio Integrando la enorme multitud que había llevado a Frank y a su fiel compañero Raúl Pujol Arencibia por las más céntricas calles santiagueras al Cementerio Santa Ifigenia, Sonia y Olga penetraron en el recinto, donde el Dr. Prieto Aragón le realizaba la autopsia a Pujol en presencia del juez Dr. Eduardo Cutié.

Los escritos recogen lo dicho por Silvia: "Nos fuimos a pie, se nos iba botando el aceite, no obstante llegamos con material suficiente para la tarea encomendada."

También dicen esos artículos que la necrópolis fue escenario de una gran conmoción, ondulaban banderas rojas y negras símbolos del Movimiento 26 de Julio, bajo las protesta de oposición por la autopsia que se pretendía realizar a Frank.

Frank yacía en su féretro, lo destaparon y Olga preparó el material en una pequeña palangana y lo aplicó en su sereno rostro. Esperaron sobrecogidos el tiempo necesario. Una vez que el molde fraguó, Olga lo desprendió con sumo cuidado, y apreció con dolor lo bien que había quedado, lo colocó en el cartucho de bodega en que habían llevado el yeso y Sonia salió rápidamente con aquella prenda de incalculable valor.

La escultora Maidique pidió un recipiente para comenzar su labor, y se le ofreció una pequeña palangana que se hallaba en el lugar y procedió a preparar el material, eran aproximadamente la seis y unos minutos de la tarde del día 31 de julio.

La artista fue aplicando el yeso sobre el rostro sin vida del héroe, que se mostraba sereno como si estuviera dormido, esto facilitó la réplica de su cara inerte. Al extraer el molde, quedaron prendidos al yeso los pelos de las cejas, pestañas, fosas nasales, bigote y cabeza, así como restos de la piel del rostro, que ya despedía mal olor por la descomposición del cadáver, el molde fue envuelto en el cartucho donde habían llevado el yeso y fue sacado por debajo de la falda de Sonia Martínez.

Otros artículos exponen el valor artístico de la mascarilla, afirmando que es un retrato escultórico que permite identificar rápidamente al joven revolucionario y refleja sus rasgos más significativos y naturales, como la serenidad de su rostro, cualidad de su carácter que lo acompañó siempre, incluso en los momentos más difíciles.

Se dice que consta de 30 cm de largo por 17 cm de ancho, 16 cm de profundidad, y pesa 2 kilogramos, mostrando su frente amplia, nariz perfilada, boca entre abierta dejando asomar dientes superiores, labios medio grueso, ojos cerrados, pómulos salientes algunos cabellos del cráneo, cejas y bigotes.

De igual modo otros materiales reflejan el trayecto que tuvo la mascarilla tras sacarla del camposanto. Las jóvenes, se habían separado de la escultora. En una guagua de la ruta Cementerio-Vista Alegre, coinciden con esta en el ómnibus, el olor fuerte que despedía el molde las inquietaba, pero el recorrido transcurrió en calma, excepto por el nerviosismo que las embargaba ante el temor de ser descubiertas y fracasar en el empeño.

En la casa de Duque de Estrada la estaban esperando Agustín Navarrete y Taras Domitro. Ya Vilma había partido para su escondite en la casa de Rosa Bastilla, en Terrazas de Vista Alegre, y Ramos Latour para el suyo, en Rey Pelayo #160, casa de los esposos Claudia Rosés Montes de Oca (Francesa) y Carlos Ortega Portuondo.

En casa de Duque de Estrada la mascarilla se envolvió en una toalla húmeda y unos días después se llevó para la peluquería Lucy, de Agustín Molina y Silvia Duque de Estrada, en Santo Tomás 751 ½, luego se transportó para la casa de Mercedes Riera Lara en San Carlos y Santo Tomás, donde se guardó hasta que fue escondida celosamente en uno de los pasos de las escaleras que iba al sótano de la casa de Miguel Ángel.

A partir de ese momento la mascarilla transitó por tres casas: primero se mantuvo en la de Miguel Ángel, quien la ocultó debajo de la máquina del refrigerador. Pasado un tiempo, como el lugar no ofrecía seguridad, fue trasladada a la vivienda de Mercedes Adriana, que vivía en la calle San Carlos entre Carnicería y San Félix, decía: “Durante el período en que estuvo en San Carlos fue visitada por algunos combatientes, entre ellos Asela de los Santos. Asimismo, otros manifiestos dicen que el vecino Antonio Morales Carrillo comenzó a hacer indagaciones, como por ejemplo, si ella era familia de Miguel Ángel, entre otras preguntas que resultaron indiscretas y sospechosas, y Mercedes le contestó que sí, pero que no mantenían buenas relaciones. Este incidente alarmó a los combatientes y, ante el temor de ser descubierta, la mascarilla fue retirada del lugar por Silvia Duque y Sonia Martínez. Finalmente la mascarilla fue ocultada en la escalera que iba al sótano de la casa de Miguel Angel, allí permaneció hasta el triunfo revolucionario y al constituirse el Museo Casa Frank País, el 30 de noviembre de 1964, pasó a formar parte de su colección y de la exposición permanente.

Hubo otros resúmenes que reflejan que la noche en que se hizo la mascarilla, recibió la llamada de Celia Sánchez Manduley desde Manzanillo. Fidel le había enviado una carta desde la Sierra Maestra y era necesario irla a buscar…Y para allá fue Sonia Martínez con el viejo revolucionario Antonio Parada y su esposa, Enriqueta Marañón.

El viaje fue muy azaroso, pues los combatientes clandestinos, en apoyo a la huelga que se desarrolló espontáneamente, habían regado de alcayatas las carreteras y se poncharon varias veces. Un viaje de seis horas se convirtió en casi de dos días. En esa carta Fidel plasmó su dolorosa reflexión por el asesinato de Frank: ¡Qué bárbaros! Lo cazaron en la calle cobardemente, valiéndose de todas las ventajas que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino. ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad que han asesinado. No sospecha siguiera el pueblo de Cuba quién era Frank País, lo que había en él de grande y prometedor.

Pero sí. ¡El pueblo de Cuba sí sabía quién era Frank! El nombre de Frank País era un secreto bien guardado en los corazones de su pueblo en Revolución, que cuando lo supo asesinado se volcó a la protesta espontánea contra el crimen atroz…

A la huelga revolucionaria, que nacida en su Santiago de Cuba se extendió por todo el país yendo hasta las mismas puertas de la capital de la República, estremeciendo a la odiada tiranía.

Su muerte no amilanó al pueblo cubano y mucho menos a su juventud. ¡Su nombre se convirtió en bandera! Miguel Ángel custodió el molde, sacó varias copias, de esto narró Silvia: "Papá se empeñó en sacar réplicas con la misma técnica del vaciado en yeso, pero sobre un escudo una de ellas se la entregó a Doña Rosario".

En la actualidad en la Sala de Historia del periódico Sierra Maestra, en aquel entonces un boletín del movimiento clandestino ideado por Frank y que no llegó a verlo, se conserva una réplica de la mascarilla del joven revolucionario.

Por otros documentos históricos consultados se supo que el escultor santiaguero Luis Mariano Frómeta Escalante, realizó también algunas réplicas en bronce a partir de la mascarilla que conservaba Doña Rosario García, las cuales se han entregado a instituciones como el Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau y el Museo de Caimanera, en Guantánamo, así como a diferentes personalidades.

La mascarilla devino objeto museable y está ubicada en el lugar que la une al hecho histórico de la muerte de Frank, en la habitación donde se produjo por algunas horas el velorio del jefe clandestino (sala 10 del Museo).

Estos son pasajes de la historia que debemos desempolvar de las bibliotecas y archivos para que las actuales generaciones y las futuras conozcan la historia de Cuba y de nuestros jóvenes que muchos no llegaban a los 25 años y ofrendaron sus vidas para sacar a Cuba de la ignominia y el ultraje.

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Angela Santiesteban Blanco

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