A los 20 años trabajó en una bodega, se empeñó hasta lograr la creación del Sindicato de Obreros y Empleados del Comercio de Víveres al Detalle, del que llegó a ser secretario general y dentro del cual organizó una fracción del Partido Unión Revolucionaria Comunista.
Años más tarde, atraído por la prédica de Eduardo Chibás, se vinculó al Partido Ortodoxo. Por ese tiempo dejó el trabajo en el comercio de víveres, se hizo fotógrafo por cuenta propia y montó su propio estudio-laboratorio junto a Miguel Oramas, también mártir del Moncada.
Ante la necesidad de fondos para el Movimiento 26 de Julio, no dudó en vender su equipo fotográfico.
Su corta vida estuvo cargada de fabulosas historias; cuentan que mientras esperaba a Fidel con un paquete de armas en la mano, decidió tomar café y entregó el alijo a un policía de tráfico para que se lo cuidara. Cuando Fidel le preguntó sobre la ocurrencia, Chenard le expresó, sonriendo, que no había mejor guardián para las armas que un policía.
Era una martiano por excelencia, así lo demostró, para un aniversario del natalicio de José Martí, publicó un editorial en la revista El Dependiente -de la que fue fundador, administrador y redactor- “Nosotros no hablamos de Martí, sino que a medida de nuestras fuerzas y recursos tratamos de cumplimentar sus postulados: los del respeto, los de la justicia y los de la defensa de todos los olvidados”.
Hizo de su cámara un arma con la que dejó constancia gráfica de los desmanes de la dictadura de Fulgencio Batista; sus imágenes apoyaron la denuncia hecha por Fidel en febrero de 1953 sobre la destrucción del estudio del escultor José Manuel Fidalgo por el “delito” de fabricar estatuas de Martí con el lema: Para Cuba que sufre.
Al respecto Fidel escribió “Gracias a Chenard, bravo y audaz colaborador de Bohemia, hemos obtenido pruebas irrebatibles, pese a la ocupación militar del local y a la intransigente negativa de darle acceso a la prensa”.