Santiago de Cuba,

70 años del 26 de Julio: Vigencia de un himno de combate

12 July 2023 Escrito por  Orlando Guevara Núñez
Cubadebate

La Marcha del 26 de Julio, ese himno que los cubanos cantamos como símbolo de combate, surgió apenas una semana antes de la mañana gloriosa de la Santa Ana, cuando los jóvenes de la Generación del Centenario vinieron a Santiago de Cuba a ofrendar su sangre y su vida para que Martí siguiera viviendo en el alma de la Patria.

Agustín Díaz Cartaya, su autor - en entrevista concedida al diario Granma, el 26 de julio de 2003 - afirma que escribir ese himno ha sido la petición más importante recibida en su vida: crear un himno de combate que identificara el patriótico movimiento. Se la hizo el entonces joven revolucionario y jefe de la acción del Moncada y del Carlos Manuel de Céspedes, Fidel Castro. Y en sólo tres días la misión fue cumplida.

Cartaya escribió la letra y la melodía, las que a su propio decir: “me vinieron a la mente juntas, salieron de mi alma”.

Afirma el autor que durante la noche del 23 de julio de 1953, en La Habana, en ocasión de Fidel preguntarle si había cumplido con la encomienda, entonó la creación, que fue aprobada. En ese momento, su título fue Marcha de la Libertad. Era ese el ideal que llamaba a los jóvenes revolucionarios al combate abierto contra la tiranía batistiana. Pocas horas después, marcharon hacia Santiago de Cuba.

Entre los asaltantes al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, estaría Agustín Díaz Cartaya, quien, luego de la acción, lograría escapar y regresar a La Habana. Hecho prisionero más tarde, y torturado, fue juzgado en la causa 37, seguida contra los participantes en los hechos del 26 de julio y condenado a 10 años de prisión. El triunfo de la Revolución lo encontró como guerrillero en el Frente de Occidente.

En su versión original la Marcha de la Libertad expresaba:

Marchando, vamos hacia un ideal

sabiendo que hemos de triunfar

en aras de paz y prosperidad

lucharemos todos por la libertad.

Adelante, cubanos,

que Cuba premiará nuestro heroísmo,

pues somos soldados

que vamos a la Patria a liberar,

limpiando con fuego

que arrase con esa plaga infernal

de gobernantes indeseables

y de tiranos insaciables

que a Cuba

han hundido en el mal.

La sangre que en Oriente se derramó

nosotros no debemos de olvidar

por eso unidos hemos de estar

recordando a aquellos

que muertos están.

La muerte es victoria y gloria que al fin

la historia por siempre recordará

la antorcha que airosa alumbrando va

nuestros ideales por la libertad.

El pueblo de Cuba

sumido en su dolor se siente herido

y se ha decidido

a hallar sin tregua una solución

que sirva de ejemplo

a esos que no tienen compasión

y arriesgaremos decididos

por esta causa hasta la vida

¡Qué viva la Revolución!

Recluidos en la prisión de Boniato, en Santiago de Cuba, los combatientes del 26 de julio de 1953 cantaron y aprendieron este himno, cuya letra y melodía fortalecían sus convicciones de lucha y su voluntad de hacer revolución.

En esos días, Cartaya recibió un mensaje de Fidel, en el cual le sugería una modificación que reflejara la sangre derramada y el sacrificio de la acción del 26 de Julio.

Fue entonces que la Marcha de la Libertad, cambió su nombre por el de Marcha del 26 de Julio. En lugar de La sangre que en Oriente se derramó, se escribió La sangre que en Cuba se derramó. Y fue suprimida la estrofa La muerte es victoria y gloria que al fin/ la historia por siempre recordará/ la antorcha que airosa alumbrando va/ nuestros ideales por la libertad.

Y quedó así, para hoy y para todos los tiempos, la letra de la Marcha del 26 de Julio. Cuenta el autor que en la prisión de Boniato ese himno, además de los asaltantes, hasta los presos comunes lo cantaban y que “Cuando los soldados venían como fieras a vernos, nos poníamos de pie y lo entonábamos con más fuerza”.

Poco tiempo después de estar cumpliendo condena en la prisión de Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud) los moncadistas le dieron una sorpresa al tirano Fulgencio Batista en persona: le cantaron la Marcha del 26 de Julio.

El sanguinario dictador había asistido al penal a inaugurar una planta eléctrica. Enterado de la visita, Fidel ideó el plan. Y cuando Batista pasó cerca, de las patrióticas gargantas brotaron, vibrantes, la notas de la Marcha. Al inicio, acostumbrado a los halagos y adulaciones, el tirano las creyó loa a su visita. Pero pronto se dio cuenta de la verdad. Y a la sorpresa se unieron entonces la ira y la impotencia. Y más cuando la palabra ¡asesino! – repetida- se unió al canto.

Ese hecho tuvo lugar el 12 de febrero de 1954. De inicio, todo parecía normal, pero cuatro días después apareció la represión. En su libro ¡Atención! ¡Recuento! el Comandante de la Revolución Juan Almeida relata los hechos:

“Al cuarto día llega el oficial de espejuelos oscuros con una lista, anuncia los nombres de los compañeros que tienen visita de sus familiares y dice que nos arreglemos que pasará en media hora a recogernos. Los compañeros se bañan, se afeitan, se cambian de ropa, salen al patio con rapidez y marchan con el oficial. ¡Qué ajenos estaban a que se iba a materializar ahora el castigo por haber cantado el himno y haberle gritado ¡Asesino! al tirano!”

Agrega Almeida que fueron castigados los cinco nombrados en la lista, Fidel y los que estimaron más responsables. Al autor del himno, Díaz Cartaya, “Por la madrugada lo condujeron a una celda solitaria y lo golpearon brutalmente hasta dejarlo inconsciente”. (…) A Fidel lo encerraron y los separaron de nosotros. Los demás, Ramirito, Tizol, Tápanes y Alcalde, fueron encerrados en celdas individuales y maltratados moral y físicamente”.

Iniciada la lucha guerrillera en las montañas de la Sierra Maestra – en fecha temprana como fue el 15 de febrero de 1957, se realiza una grabación de esta Marcha, difundida luego, para todo el pueblo, a través de la emisora Radio Rebelde, desde la Comandancia de La Plata.

Ahora la Marcha del 26 de Julio forma parte del patrimonio de todo el pueblo, que la siente y la canta, suscribiendo en su cotidiano quehacer la misma disposición de los moncadistas: Arriesgaremos decididos por esta causa hasta la vida ¡Qué viva la Revolución!

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