Me atrevo a afirmar que en el caso de Fidel Castro Ruz, es y será siempre así. Para muchos, cubanos o no, él es eterno. Las razones están a la vista y en los sentimientos de cada cubano agradecido.

No hay nada, ninguna obra, ningún programa, institución u organización creada en la Revolución que no tenga la impronta, la idea y el corazón de Fidel.

Ese líder nuestro tenía una estatura impresionante, con una destreza para comunicar muy especial. Sabía “captar la atención de un auditorio y durante horas mantener su atención y con tempestades de aplausos”.

Era, según Gabriel García Márquez: “la inspiración, el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que solo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo”.

Fidel fue estudioso de disímiles temas; Martí, el Héroe Nacional de Cuba era su principal inspiración. Existen referencias sobre su amplio conocimiento de las ciencias, de la investigación científica, la medicina, el deporte, el medio ambiente… Inspirado en su sentimiento humanista, Cuba compartió y comparte sus recursos humanos y conocimientos en muchas latitudes del mundo.

Amante de la precisión y la puntualidad, preocupado por todo y por todos. Con una mente prodigiosa, capaz de recordar el más mínimo detalle de las diferentes etapas de la lucha revolucionaria y sobre todo que cada hecho quedara plasmado para la posteridad.

Al hurgar en textos como La Victoria Estratégica, de su autoría, se nos reafirma como un estratega militar sin igual y afloran los valores de ese hombre conductor de un grupo de combatientes, jóvenes en su gran mayoría, que en 74 días de combate lograron, según sus propias palabras “convertir lo imposible en posible”.

En Fidel tuvimos el mejor “arquitecto” de la obra de la Revolución, pero también su mayor crítico. El hombre previsor de temas nacionales e internacionales; con rostro de expresión noble, pero imponente.

Sus Reflexiones son un caudal inagotable de conocimiento y herramientas para el presente y el futuro. Y aunque su decisión, por modestia y sencillez, fue la de no tener ningún monumento o imagen que lo venerara ante su desaparición física, los agradecidos sentimos orgullo de tenerlo aquí, en Santiago de Cuba, en la única Ciudad Héroe de la República de Cuba.

Su tumba es el mejor referente para saberlo cerca. Para sentirlo en cada paso y en cada momento difícil por el que transitamos, y hasta preguntarnos: ¿qué haría o diría Fidel sobre esto? Y es que Fidel fue y es guía, luz y esperanza de que el camino de la Revolución es difícil, pero seguro. Fidel hizo camino al andar. Caminos imborrables y eternos porque él también es eterno.