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El niño rebelde

02 September 2025 Escrito por 

El hombre también es hijo de las circunstancias, le dijo Fidel al periodista Ignacio Ramonet al reflexionar sobre cómo y cuándo fue creciendo en él la rebeldía.

Sí, se trata de ese sentimiento que la Real Academia de la Lengua Española define como la actitud de oposición a una autoridad o a lo que esta dispone. Se refiere a una persona que es difícil de dirigir, guiar, educar o ajustar a los deseos de alguien.

¿Tendrán que ver esos elementos con el niño nacido en Birán? Pues es allí, donde transcurre la primera etapa de su vida, donde surgen las primeras muestras. Le “gustaba estar en cualquier lugar menos en la casa” pues esta representaba la autoridad y “me animaba ya el espíritu rebelde”.

Esa autoridad impuesta nunca le gustó al niño Fidel; lo que unido a algunos castigos “cierto cocotazo o algún cintarazo”, fueron las esencias de sus primeras muestras de rebeldía.

Contó en el texto Cien horas con Fidel que ese sentimiento empezó a crecer desde que estaba en la escuela de Birán, donde conoció algunas formas de castigos ni cotidianas ni frecuentes, “eran para asustarnos”, pero existían.

Al respecto señaló: “Me vi en la necesidad de resolver problemas desde muy temprano que me ayudaron a adquirir cierta conciencia de la injusticia”…

Al parecer los ejemplos más fuertes fueron al ser enviado por sus padres a Santiago de Cuba para estudiar, donde “pasé mucho trabajo. Y pronto me cansé de aquella vida, de aquella casa, de aquella familia, y de aquellas normas. Era como una reacción instintiva del pequeño animalito acosado.

“Me rebelé de manera consciente por primera vez en mi vida; rehusé comer algunos vegetales desabridos que a veces me imponían y rompí todas las normas de educación formal (…) tan insoportable fue mi rebelión que me mandaron de cabeza como interno a la escuela”.

Ya en La Salle empieza otra etapa. “Tuve un pleito intrascendente con un alumno, debido a eso un autoritario hermano de la orden religiosa me golpeó en la cara con la mano abierta y con toda la fuerza de sus brazos (…) transcurridas dos o tres semanas intentó de nuevo humillarme con un pequeño coscorrón en la cabeza por hablar en las filas.”

Narra Fidel que en esa ocasión fue en la fila para el comedor, y traía en la mano un pan “y se lo lancé al rostro al inspector y luego le embestí con manos y pies de tal forma, delante de los alumnos internos y externos, que su autoridad y sus métodos abusivos quedaron muy desprestigiados”.

Al ser del conocimiento de sus padres esta actitud y coincidir con las vacaciones de navidad, fue retornado a Birán, y trabajo le costó que lo reincorporaran a la escuela. “Dije que si no me llevaban a estudiar le iba a pegar candela a la casa”. Algo que estaba seguro no haría, pero lo dijo.

Así el niño de 11 años estaba decidido a luchar contra aquella injusticia que se había cometido en la escuela y en la casa.

Luego es enviado a la vivienda de un comerciante gallego casado con una mulata santiaguera, donde también hizo “algunas travesuras” y lo que él denomina su cuarta muestra de rebeldía infantil.

“Yo no nací siendo revolucionario, pero sí rebelde. Fui adquiriendo nociones de justicia y dignidad”. Es de esa manera que se va forjando su carácter, a partir de las duras pruebas que vivió y las dificultades que tuvo que vencer.

Lo narrado demuestra que con muy corta edad Fidel pudo ver como algo inconcebible “el abuso, una injusticia o la simple humillación de otra persona (…) nunca me resigné a un abuso. Adquirí un profundo sentido de la justicia, una ética, un sentido de la igualdad”.

Al conocer de primera mano los detalles de su infancia llego a sentir dolor por imaginar todo lo que tuvo que pasar separado de sus padres y los métodos empleados, pero a la vez reconozco cierta conformidad porque a partir de esa corta edad, se sembró la semilla que fue creciendo en ese ser humano único. Como él mismo expresó: “agradezco a la vida haber seguido, a lo largo de todo el tiempo, siendo rebelde”.

Nosotros, como cubanos, agradecemos a él esa rebeldía que nos protegió y nos guió o mejor dicho, nos guía desde su obra y pensamiento que son indestructibles. Todo esto unido a su “temperamento indiscutiblemente rebelde debió ejercer influencia en mi vocación política y revolucionaria”.

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Olga Thaureaux Puertas

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