Santiago de Cuba,

Camilo, más allá del héroe

28 October 2023 Escrito por  Mayte García Tintoré

Yo no le conocí ni siquiera estaba nacida cuando su desaparición física; sin embargo, lo sentía cercano. Crecí con el deber de llevarle flores cada 28 de octubre, motivada por las clases de Historia que exaltaban su figura y coraje, participando en cuanta conmemoración, homenaje y acto se realizara en su nombre.

Su hermandad con el Che, su audacia en la batalla, su fidelidad a Fidel, esa eterna sonrisa que contagiaba, su carisma y su personalidad atractiva, más allá de la esbeltez que le daba aquel sombrero alón; hicieron que este hombre de carne y hueso, que no tuve el privilegio de conocer, me fuera familiar.

Entonces, hurgar sobre su vida no era solo una tarea por hacer, fue un deleite saber de su paso por el colegio San Francisco de Paula, por la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro -que tuvo que abandonar por falta de recursos-; de su visita a México en 1956 y del contacto con quienes organizaban la expedición a Cuba para iniciar la lucha. Fue Camilo Cienfuegos el último elegido entre los 82 combatientes del yate Granma.

Aquel sastre de oficio, hombre humilde y de carácter jovial, mostró su bravura y sacrificio por la Patria, tras integrar la Columna 1 José Martí y destacarse en el ataque al cuartel de La Plata y en Arroyo del Infierno. Ascendido a Comandante en abril de 1958 y al conocer el nombramiento le escribió una carta a Fidel en la que expresó: “Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”.

Asumió el mando de la columna 2 Antonio Maceo, y empiezan a llamarle Señor de la Vanguardia, también fue bautizado por el pueblo como El Héroe de Yaguajay; y por su valor fue nombrado tras el Triunfo de la Revolución cubana, Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde.

El hombre de confianza de Fidel, ese era Camilo, incapaz de ir en su contra ni siquiera en un juego de béisbol, y así lo recoge la historia cuando durante un partido entre los Barbudos y la Policía Militar, en el Estadio del Cerro, hoy Latinoamericano, se anunciaron como lanzadores al Líder de la Revolución y a Camilo, quien al entrar en el terreno con el uniforme de olivo y una mascota de receptor, al ver que los periodistas se acercaban, dijo: “Yo no estoy contra Fidel ni en un juego de pelota”.

Y esa confianza era recíproca, aquel 8 de enero de 1959, tras entrar la Caravana de la Libertad a La Habana, en el acto, en la tribuna, al lado del Comandante en Jefe estaba el hombre de Cienfuegos de hidalguía. En medio del discurso, una pregunta reafirmaba esa seguridad que uno inspiraba en el otro: “¿Voy bien, Camilo?”, la respuesta no se hizo esperar: “Vas bien, Fidel”.

Hoy, cuando han pasado 64 años de aquel fatídico día en que el avión Cessna 310 donde viajaba Camilo desapareció en el mar, y jamás fueron encontrados los cuerpos a pesar de largas horas de búsqueda; hoy cuando se hace urgente repasar la historia y mover el pensamiento de las actuales y futuras generaciones de cubanos, tomando como inspiración la obra de hombres, héroes y mártires como él, sigo disfrutando de sus hazañas y de sus cualidades.

De que era carismático no hay duda, su sentido del humor y la sonrisa sincera fueron como un sello en Camilo; jaranero al extremo de pintar con corazones las fundas del matrimonio de Vilma y Raúl; y de llevarse en los bolsillos, como broma, alguno de sus objetos personales cada vez que les hacía una visita.

Cuando le entregó su único alimento, una lata de leche condensada, a un soldado enemigo prisionero, demostró esa solidaridad y el humanismo que le caracterizaba. Testimonios recogen que un segundo domingo de mayo, Día de las Madres, en el campamento rebelde que dirigía, dos jóvenes de la zona que se habían unido a la tropa le dicen:
“- Comandante, ¿usted podría darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres?
- Bien, pueden ir, pero no tarden...
- Enseguida, Comandante... y dieron la espalda para retirarse.
Camilo, como un relámpago, volvió a detenerlos.
- Un momento... ¿qué les llevan?
Los jóvenes se miraron.
- Nada...
- ¿Y cómo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada... No, y no... cojan estos veinte pesos, repártanlo y llévenles algo”.

Otra anécdota que realza su modestia aconteció en El Caimito, un pequeño batey de Bayamo, bautizado como "Picio", allí vivía Eupicio, un campesino del lugar con su esposa, quien ayudaba a los barbudos y confeccionaba los uniformes verde olivo.

Un buen día, mientras la señora de Picio se preparaba para coser los uniformes rebeldes, llegó Camilo al humilde bohío y le dijo: - Señora, déjeme a mí esa tarea, ¿no sabe que fui sastre? Entonces, ocupó el lugar de la campesina y pedaleó frente a la vieja máquina de coser hasta bien entrada la madrugada.

De su jocosidad da fe una carta escrita a sus padres en la que cuenta: “El viaje no es muy largo, pero el mulo en que pienso hacer el regreso es vago y bruto como no hay dos, cuando vine tuve que apearme tres veces a empujarlo, y eso que era loma abajo. Ahora que es loma arriba tendré que echármelo a cuesta, como si fuera la mochila”.

El Che, su amigo y hermano de sueños e ideales narró de las ocurrencias de Camilo: “tenía hambre y quería comer; tuvimos fuertes "broncas" porque quería constantemente meterse en los bohíos para pedir algo y, dos veces, por seguir los consejos del "bando comelón" estuvimos a punto de caer en las manos de un ejército que había asesinado allí a decenas de nuestros compañeros.

“Al noveno día, la parte 'glotona' triunfó; fuimos a un bohío, comimos y nos enfermamos todos, pero entre los más enfermos, naturalmente, estaba Camilo, que había engullido como un león un cabrito entero”.

Pero a este hombre de buen apetito le pasó de todo, incluso que un día al cruzar por un bohío abandonado vio un cartuchito y lo recogió, le echó un vistazo dentro y comentó: - ¡Qué bueno, encontramos frijoles!. También se cargaron con una maceta de arroz para semilla y siguieron viaje pensando en el banquete que se iban a dar con arroz y frijoles. Un combatiente llamado Walfrido Pérez narró lo sucedió:

“Cuando llegamos fuimos a preparar lo que traíamos y resultó que los frijoles que vio Camilo, que era un hombre de la ciudad, no eran frijoles sino semillas de júcaro para sembrar el café. El arroz también fue imposible cocinarlo y pasamos en blanco esa noche”.

William Gálvez, compañero de lucha y autor de varios libros sobre la vida de Camilo, cuenta que la primera jarana que le escuchara fue cuando comentó su preocupación de extraerse una muela con el Che.
“- ¿Cómo es posible, si el Che es médico y seguro no te va a doler?
- No, no es porque me duela, sino porque ese "matasanos" de seguro me saca una buena y no la mala“.

En el libro Camilo Cienfuegos: El hombre de mil anécdotas, del periodista Guillermo Cabrera, encontré historias como la de Enrique Mendoza, guerrillero y fundador de Radio Rebelde, quien narra:

“Muy próximo a comenzar Fidel su comparecencia por televisión, mi madre nos preparó comida a todos, y siguiendo la costumbre invitó a pasar al comedor. Camilo, muy cortésmente le dijo:

“-¿Usted no se pone brava, mi vieja, si nos llevamos los platos para la sala para poder escuchar a Fidel?

“Mi madre respondió con una sonrisa -ella tampoco quería dejar de oírlo- …En medio de la intervención del Comandante sonó el timbre del teléfono: era una llamada local de un compañero que quería hablar con Camilo. Se puso de pie, con rostro serio, y después de escuchar brevemente preguntó qué estaba haciendo. No sé lo que le contestaron, pero jamás podré olvidar la respuesta de Camilo:

“-Cuando Fidel está hablando lo único que debe hacer un revolucionario es oírlo”.

Así de especial era ese hombre que cada 28 de octubre se le rinde tributo por muchas generaciones de cubanos, los que vivieron en carne propia esos días de incertidumbre ante aquel accidente aéreo; los que le conocimos a través de las historias de nuestros maestros y le regalamos flores al mar como homenaje; los que le rinden honor al vestirse de olivo desde las escuelas militares que llevan su nombre; pero a todos los que le amamos, por esas muchas razones que nos dejó con su ejemplo, nos toca la tarea más difícil, hacer que mis hijos, los suyos, nuestros nietos, también conozcan y amen a Camilo, para que siga vivo en el corazón de su pueblo.

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