En este caso se pone de manifiesto una conclusión antihumana, anticultura, antivida: o mueren los palestinos a causa de las bombas o mueren a causa del hambre, pero el plan conjunto estadounidense-israelí es que desaparezcan de la faz de la Tierra.
Se pone Trump, una vez más, al lado de quienes masacran niños palestinos, que acuden a lugares en los que, supuestamente, les pueden dar comida, y caen en la trampa: fuerzas militares israelíes aprovechan para bombardearlos y asesinarlos.
Olvidó el magnate republicano, a la hora de fabricar este «argumento», que su país tiene 26 sitios declarados como Patrimonio Mundial, según la lista de la Unesco, y tiene vastos componentes culturales e históricos que, al menos, debían servir como enseñanza obligatoria en el aprendizaje de sus escuelas y universidades. Y de paso, como conocimiento obligado para sus gobernantes.
Salirse de la Unesco porque apoye al movimiento palestino, y condene la masacre a la que está sometido, o porque esa institución de la cultura y la vida se solidarice con el Movimiento antirracial en los propios Estados Unidos, no solo es un ejercicio de arrogancia y fundamentalismo, sino de incultura y expresión de lo más ajeno para el propio pueblo estadounidense, que ha llenado calles y plazas del país exigiendo el cese del genocidio contra los gazatíes.
Para Trump la Unesco no debe ver ni escuchar los reclamos sistemáticos del propio pueblo estadounidense, que sufre con la represión y la muerte de ciudadanos afrodescendientes, de otras minorías en el país, o los que son perseguidos y cazados como animales llevados a cárceles calificadas como «infierno», y expulsados por el hecho de ser inmigrantes.
Quizá lo más difícil de asimilar en el imaginario humano tenga que ver con la forma de gobernar a su país. Un Presidente fundamentalista, que ha decepcionado a millones de ciudadanos que votaron a su favor, a sabiendas de que fue el republicano quien, por primera vez en la historia, auspició y dirigió el asalto y el saqueo al Congreso.
Que abandone la Unesco hasta pudiera estar justificado, para favorecer a esa institución de la ciencia y la cultura mundiales, que no debía dar cabida a decisores tan absurdos, sin escrúpulos y falta de méritos y conocimientos para ello. Pero el pueblo estadounidense no lo merece, su cultura no lo merece.
Igualmente, Trump adoptó, en febrero pasado, la decisión de que Estados Unidos abandonara la Organización Mundial de la Salud (oms). Creo que el pueblo estadounidense y la comunidad internacional tienen muy fresco en la memoria la manera en la que Trump, en su primer mandato, subestimó e ignoró la pandemia de la covid-19, que tristemente cobró la vida de 1 219 487 personas allí.
Igual que desestima hoy a la Unesco, el gobernante restó importancia a la pandemia, a la que llamó, irrespetuosamente, como «el virus chino», y sugirió «curar» a los pacientes con inyecciones de cloro.
La comunidad médica nacional salió, entonces, a desmentir las peligrosas afirmaciones: «Es un método común que las personas utilizan cuando quieren suicidarse», dijo a la prensa un neumólogo.