Santiago de Cuba,

Frank País y la Gesta Del Moncada

30 July 2024 Escrito por  Francis Velázquez Fuentes
Tomadas de Internet

Un nuevo aniversario, dolorosamente luctuoso para nuestro pueblo, nos lleva a evocar aquel artero, cobarde y criminal asesinato perpetrado por los esbirros al servicio del batistato en la amarga tarde del 30 de julio de 1957, hace 67 años, cuando le arrancan la rica y brillante existencia en el Callejón del Muro santiaguero al tan querido como respetado líder del frente nacional de Acción y Sabotaje del Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7): Frank Isaac País García, así como la de su compañero Raúl Pujol Arencibia, quien no solo decidió acompañarlo todo el tiempo para protegerlo y tratar de impedir que sobre Frank se volcara el odio y salvajismo intrínseco en la estirpe de estos elementos gavilla a cuyo mando se encontraba el conocido matón José María Salas Cañizares, Masacre, sino que se enfrentó muy corajudamente al ejecutor principal de esa barbarie.

El sepelio efectuado al siguiente día, devino gigantesca demostración de rebeldía popular protagonizada por los hijos de esta indómita y bravía urbe, entonces capital del oriente cubano. Un mar de pueblo marchó junto al féretro por las calles principales hacia el cementerio Santa Ifigenia, enarbolando la enseña tricolor de la Patria y la rojinegra del Movimiento 26 de Julio, mientras brotaban de todas las gargantas enardecidas consignas revolucionarias y contra la tiranía. En el devenir de estas intensas horas, el jefe militar de esta plaza está recibiendo los partes de sus jefes de escuadrones subordinados en el territorio, quienes le informan acerca de la creciente actividad de protestas de los pobladores donde se dislocan, como Guantánamo, Manzanillo, Bayamo…, por lo que dispone el acuartelamiento de sus fuerzas. Con inusitada rapidez y notable influencia combativa de hombres y mujeres en indisoluble unidad y con un alto sentido patriótico y revolucionario, se inicia una huelga espontánea, que nace en Santiago y se generaliza al resto de la región oriental.

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En Bayamo, por ejemplo, apenas conocida la amarga noticia de la caída de Frank País, el Movimiento ordenó el inmediato acuartelamiento de su militancia y, con las pocas armas de que se dispone en esos momentos, fuimos armados varios de sus integrantes, los que pasamos a ocupar los sitios claves de la localidad, listos a enfrentar al enemigo. En horas de la noche del propio día 30 de julio algunas patrullas motorizadas del ejército y la policía se disponen a recorrer las calles, momento en que son recibidos a fuego limpio. Ante semejante respuesta los servidores del tirano optan por refugiarse en sus respectivos cuarteles.

Aunque es conocido históricamente que el 2 de agosto la dirección del MR-26-7 determina desde Santiago el cese de la huelga, a los combatientes de la Ciudad Monumento tal disposición nos llegó tardíamente, en la mañana del día 3, algo que ha de ser consignado por el compañero René Ramos Latour, Daniel, en su informe a Fidel Castro en la Sierra Maestra, una vez ya elegido como sustituto de Frank, asumiendo la responsabilidad que este desplegaba en toda la Isla.

Muchos de nosotros, adolescentes entonces, hoy peinamos canas por el paso de tantos años. Los aún sobrevivientes de aquella combativa jornada no logramos borrar los momentos y detalles que la conformaron, en la ciudad natal del Padre de la Patria. Del mismo modo, siempre rememoramos a aquellos compañeros que ya no están físicamente. Sin embargo, es preciso señalar que, a pesar del fuerte impacto que nos produjo a todos el haber perdido a un líder de la estatura de Frank País de quien recibíamos con sistematicidad orientaciones que en diferentes oportunidades portaban luchadores clandestinos de Santiago, entre los cuales destacaba una compañera diminuta de tamaño, pero muy grande por su valentía revolucionaria: Marina Elvira Malleuve Bottino, Marinita, nuestra decisión de lucha y victoria contra aquel engendro de criminales y ladrones instalados de facto en el poder, se fortaleció notablemente. Era preciso intensificar con superior ímpetu la lucha insurreccional armada en el llano y las montañas, para derrotar a aquel ejército profesional antipueblo, integrado por unos ochenta mil efectivos en todo el país y dotados de modernas armas made in USA.

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Al conmemorarse casi paralelamente este 26 de julio los 71 años de la gesta moncadista, se hace indispensable traer a colación un antecedente apenas conocido, en especial por las nuevas generaciones de compatriotas. Se trata del inmediato accionar desplegado al calor de esas horas que siguieron a aquel ataque revolucionario, el citado día de 1953, por Frank País junto a otros compañeros, entre ellos su inseparable José Carlos Tey Saint-Blancard, Pepito; activos en todo momento, tratando de conocer lo real de esa acción. El siguiente testimonio así lo confirma:
El 26 de julio de 1953, Frank y Pepito Tey fueron al cuartel Moncada, en medio de la balacera que estremecía a Santiago de Cuba, para saber qué pasaba.

Para lograr entrar al Moncada, Frank ayudó a un militar que llevaba un herido y entonces vio los cuerpos masacrados de los jóvenes revolucionarios.
Días después ambos jóvenes recorrieron la carretera de Santiago a Siboney, por donde transitaron los combatientes el 26 de Julio, en busca de algún rastro de ellos o si alguno había dejado el fusil u otra arma para recuperarla.

Al enterarse de que Fidel Castro y los moncadistas, quienes estaban en la prisión de Boniato, eran llevados a las sesiones del juicio en la Audiencia de Santiago de Cuba, movilizan a varios compañeros con el objetivo de tratar de rescatarlos, pero la carencia de armamento los hace desistir del intento.

Tratando de hacer algo junto a Félix Pena Díaz, Frank redacta un documento que denomina “Asesinato”, en el que denuncia los crímenes cometidos en el cuartel Moncada y cita por sus nombres a los principales ejecutores. Dos mil ejemplares son distribuidos en Santiago de Cuba con la participación de Pepito Tey, José Cala Benavides, Fulvio Almenares, Armando Colomé, José Lupiáñez Reilein, Pepín, y Raúl Rodríguez Bravo.

Por estos hechos son detenidos Frank País, Agustín Ruiz Martínez, Ángel Martínez Pinillos, dueño de la imprenta; Heriberto Cisneros Jústiz, José Cisneros Caignet, Nivaldo Mediaceja y Radamés Heredia, remitidos al Tribunal de Urgencia. Habían sido denunciados por un joven aprendiz de la imprenta, quien fue salvajemente torturado. Dos semanas duró el cautiverio, pues sin pruebas no pudieron encausarlos. Resulta indispensable agregar a ello que, en la década de los ochenta del pasado siglo, el exvigilante de la Policía Nacional (PN) Diógenes Hernández, linotipista ya fallecido (quien no fuera juzgado por nuestros tribunales revolucionarios al no comprobársele participación alguna en hechos de maltratos contra ciudadanos o revolucionarios), hizo entrega de forma espontánea a este investigador histórico de una copia del acta original nro. 215 de 1953, levantada el 15 de agosto de ese año en las funestas oficinas del Servicio de Inteligencia Regimental (SIR) del cuartel Moncada, contra los ya referidos detenidos, cuya lista la encabeza Frank País.

En esas actuaciones aparecen como principales acusadores y actuantes los esbirros y capitanes del cuerpo de la PN: Bonifacio Haza Grasso y Agustín Lavastida Álvarez, quienes mostraron en su rostro sobrado temor ante las evidencias criminales recogidas en el manifiesto “Asesinato”, que ya circulaba en la población, por lo que ambos intentan, inútilmente, lograr fuertes sanciones, en especial para el autor de dicho documento, mas la carencia de elementos probatorios les jugó una mala pasada.

En 1984, hube de ceder la referida copia del acta al compañero José Lupiáñez Reinlein, con vistas a ser insertada en su libro El movimiento estudiantil en Santiago de Cuba, 1952-1953, entonces en preparación, y que vio la luz al siguiente año, bajo el sello editorial de Ciencias Sociales, donde aparece reproducida íntegramente en las páginas 220-224.

Frank logró que, en aquellos momentos, plagados de mentiras provenientes de la prensa radial y escrita al servicio de los esbirros, le fuera transmitido a su pueblo con evidencias irrebatibles el masivo asesinato de combatientes revolucionarios en el Moncada.

Cumpliendo órdenes de Batista, el coronel Alberto del Río Chaviano, jefe del Primer Distrito Militar, ordenó a su soldadesca asesinar a 10 asaltantes por cada militar caído en la acción, genocidio que se lleva a cabo contra los prisioneros cuando ya los ecos de los disparos se habían dejado de escuchar.

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