«No solo me enfoco en graduarme de la Licenciatura en Maestro Primario, sino que hasta Doctora en Ciencias no pararé», enfatiza con una gran sonrisa esta muchacha, egresada como el mejor expediente integral entre los técnicos de nivel superior de la especialidad que entregó el pasado curso la escuela pedagógica Pepito Tey.
Un tercer lugar en el Evento Nacional de Clases de las Escuelas Pedagógicas, la felicitación del tribunal evaluador por su «maestría» en la presentación del fonema y grafema M, un contenido de Lengua española 1er. Grado, y los resultados que hoy muestra desde su aula, el 1ro. D del Semiinternado Miguel Ángel Cano, de la ciudad heroica, le ratifican lo que ya habían avizorado sus profesores: que puede elevarse sobre retos y temores para cumplir con sus sueños en el camino escogido.
Y es que desde aquellas tardes en que con su abuelo como único alumno, «porque a diferencia de las muñecas, podía contestar mis preguntas», la sala de su casa, allá en el Micro 7, del Distrito José Martí, devino aula primera, Carla María sabía que su futuro estaría asociado al magisterio. Por eso al final del 9no., ante la boleta en blanco, poco importó la oposición inicial de la familia ni la preocupación de muchos de sus profesores que nunca entendieron cómo una estudiante con su elevado promedio, optaba por el Pedagógico.
Se presentó incluso y aprobó la convocatoria para el ingreso a la Escuela Militar Camilo Cienfuegos, pero «ese año solo pidieron varones», recuerda reviviendo el alivio que sintió entonces.
Quizás porque tuvo que defender desde el principio su vocación, Carla María se tomó muy en serio durante los cuatro años en la escuela, aquella petición de su mamá: «Si vas a coger Pedagógico, tienes que ser una de las mejores».
A eso unió, durante sus días en la «Pepito Tey», el acicate que constituyó la profesora Taimé Maceda, quien descubrió temprano sus potencialidades y es la responsable de que hoy se declare como una enamorada del 1er. Grado, a pesar de los desafíos que entraña.
«Cierto día comenté en clases que nunca trabajaría con el 1er. Grado, que no me sentía capaz de enseñar a leer y escribir a niños tan pequeños, que no me gustaba ni creía que pudiera hacerlo bien. Entonces la profe Taimé me dijo: vas a participar en el Festival de Clases y lo harás con una de Lengua Española, 1er. Grado.
«Agradeceré siempre el apoyo que me dio todo el claustro de la escuela, sus directoras Yudenia y Claudia, mis profesores; hubo momentos en que los errores me costaron lágrimas, pero hoy les doy las gracias.
«Ellos, junto al apoyo de toda mi familia, mis amistades y compañeros fueron fundamentales en lo logrado en aquel evento y en mi graduación, pues cuando concluí mis estudios mi madre estaba cumpliendo misión, mi padre se fue a vivir a Matanzas; vivía sola con mi novio y mi suegra y aún así, pude demostrarme que cuando uno se propone algo, con empeño y motivación, puede lograrlo».
Tras su egreso de la escuela Pedagógica, y por petición propia, Carla María fue a trabajar a la escuela 45, el Semiinternado Miguel Ángel Cano, en la que con solo cuatro meses frente a los 30 alumnos del 1ro. D sigue demostrando su amor por la enseñanza, a pesar de que no han faltado los desafíos.
«La profe Taimé, que más que mi tutora, es mi amiga, mi hermana, mi mamá, me trajo y me presentó. Venía pensando en el 1er grado, pero la directora me dijo: tengo para ofertarte 2do., ó 3ro y aunque finalmente lo conseguí, ese fue el impacto inicial.
«Me había preparado para dar Lengua Española, pero cuando llego al aula lo que me tocó fue Matemáticas, Educación Plástica y Educación Musical, así que tuve que estudiar de nuevo. Con la tutoría de la seño Xiomara la Fuente, a menos de un mes frente al aula especialistas de la Provincia me visitaron una clase de Matemáticas y me felicitaron; hoy puedo decir que amo la Matemática, la Educación Plástica y la Educación Musical.
«Formarles la disciplina a niños tan pequeños también fue duro al principio, porque ellos quieren seguir jugando como en Preescolar; así que tocó aprovechar ese juego para enseñar; hacer uso de lo aprendido en la escuela donde me hicieron bailar, cantar, manejar títeres, todo eso en función del aprendizaje.
«Tengo niños muy buenos que a esta altura del curso ya saben leer y escribir; alumnos que cuando les traes una adivinanza, ya conocen el fonema que van a dar, que cuando entras con un trío de números o un conjunto, ya ellos los saben. Con niños así no puedes evitar preguntarte:¿cómo comienzo una clase aquí, cómo les entro?»
Justo porque ya empieza a desentrañar la magia de la enseñanza de las primeras letras, Carla María asegura que quisiera especializarse en el 1er Grado, una etapa, que, asevera, demanda de toda la fuerza y motivación de los nuevos.
« A este, mi primer grupo como docente, le tengo mucho cariño, ojalá pudiera llevarlos hasta 6to. Igual quisiera hacer un ciclo 1ro.- 2do. y luego volver a bajar, pero definitivamente quisiera concentrarme en el 1ero.
« El maestro de 1ro. no se sienta, llega temprano y es el último que se va; todo eso demanda de una persona con las mismas energías que tienen los niños, un maestro capaz de bajar al nivel de cómo piensa un infante de cinco y seis años, que no es igual al pensamiento de uno de 3er. ó 4to grados, y hay docentes a los que eso les cuesta; por eso afirmo que el 1er. Grado es para personas jóvenes; por supuesto jóvenes preparados y dispuestos».
Tal convicción le lleva a advertir que entre los noveles falta motivación hacia el magisterio.
«Hay que llevar a los alumnos de Secundaria Básica a un aula, como parte de su formación vocacional; hacer que se sienten y hablen con jóvenes maestros que los atraigan hacia la carrera, que les transmitan el amor por el magisterio».
Más allá del aula, afirma, es una joven como todas «que sale, pasea; ama la música, las fiestas, el teléfono, las redes sociales, pero que tiene clara su responsabilidad», y con igual vehemencia integra la reserva especial pedagógica y se entrena como tal junto a Xiomara La Fuente, la coordinadora del 1er. Grado de su escuela. Asegura que entre los retos de la educación cubana está cambiar la percepción social de lo que es un maestro.
«Lamentablemente algunos no le dan valor a esta profesión, y es preciso desterrar esa mentalidad, darnos cuenta de que sin un buen maestro no hay médicos ni gastronómicos ni barrenderos. A veces repetimos solo lo malo de la profesión y esa es una de las causas por la que los jóvenes no se sienten atraídos. Es preciso que muchas más personas transmitan lo bueno de ser maestro».
Con esa conciencia Carla María estará este domingo entre los invitados al acto nacional por el Día del Educador, del cual Santiago de Cuba, será la sede en virtud de sus resultados. Como el mejor de los regalos llevará los logros de sus niños del 1ro. D y las certezas descubiertas a su lado.
«A veces a uno le asalta la preocupación: ¿sabré llegar a ellos?, ¿seré yo la persona correcta?, pero sin dudas es algo muy hermoso trabajar con un niño, que al principio es como una hoja en blanco, y cuando llega diciembre, como lo estoy viviendo ahora, poder ver cómo ese niño ya lee una lectura, calcula, escribe oraciones y palabras al dictado. Cuando vivencias eso, adquieres toda la confianza del mundo. Por eso hoy aseguro que sí puedo con el 1er. Grado y me digo: ¡ahora sí yo soy maestra¡».