Este espacio, concebido como la versión santiaguera de su homóloga en La Habana, tenía un diseño vanguardista que integraba de manera magistral el arte y la función urbana. Su planimetría se resuelve en dos grandes espacios bien diferenciados. Por un lado, un vasto área congregacional, pavimentada con franjas de granito gris, verde y rojo, con capacidad para unas 150 000 personas, destinada a acoger actos multitudinario.
Por el otro, el imponente conjunto monumentario, emplazado sobre una suave colina artificial.
Este volumen arquitectónico está dominado por la colosal figura ecuestre de 16 metros de altura del Mayor General Antonio Maceo, obra del escultor Alberto Lescay. La estatua de bronce, que pesa aproximadamente 90 toneladas y fue ensamblada con 430 piezas, no muestra al Maceo militar tradicional, sino al político, al hombre de ideas, en un gesto que parece convocar a la lucha con su brazo extendido.
Veintitrés vigas metálicas que evocan machetes mambises sirven de telón de fondo a la escultura, creando un conjunto abstracto que rinde homenaje al espíritu de intransigencia revolucionaria de la Protesta de Baraguá.
Completan el conjunto una escalinata-tribuna que funciona como enlace y un recinto circular para la llama eterna, diseñado por los artistas Guarionex Ferrer y Adolfo Escalona, donde el fuego se refleja en el agua, creando una sensación de movimiento perpetuo que simboliza el espíritu rebelde de nuestro pueblo.
Bajo la colina, un edificio soterrado alberga el Salón de los Vitrales, sala protocolar que ha servido para condecoraciones, eventos científicos y culturales, y que fungió como sacristía para los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI durante sus visitas a la Isla. En su interior, una sala de exposición permanente guarda fotografías, documentos y hasta un holograma que permite admirar objetos personales del Titán de Bronce, ofreciendo una visión íntima del héroe.
Desde su fundación, la plaza ha sido testigo de importantes acontecimientos que han marcado la vida nacional. Además del ya mencionado congreso de 1991, aquí nuestro pueblo despidió físicamente al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, cuyas cenizas reposaron en el recinto la noche del 3 de diciembre de 2016, antes de su inhumación en el Cementerio de Santa Ifigenia.
También ha sido plataforma para misas papales y grandes conciertos, consolidándose como el espacio cívico por excelencia de nuestra provincia.
La vigencia de este lugar, sin embargo, trasciende su función de escenario. La Plaza Antonio Maceo y todo lo que representa -la intransigencia revolucionaria, la negativa a claudicar ante las adversidades- sigue ofreciendo claves esenciales para comprender los derroteros actuales de Cuba. Es un monumento vivo que no solo resguarda la memoria del Titán de Bronce, sino que continúa congregando, convocando e interpelando a las nuevas generaciones desde su arquitectura, su arte y su historia.