Aquí, entre paredes que resguardan sueños de nueve meses, la prioridad tiene nombre y apellidos. William Azhares Pérez, administrador de la institución, explica: “La mayor afectación fue el derrumbe del local donde almacenamos las viandas, es decir, nuestros insumos”.

Pero este municipio es un territorio de gente noble, y la solidaridad no se hizo esperar. Primero, llegó el apoyo de las estructuras agropecuarias: viandas frescas y hortalizas. Luego, la empresa mixta Tropical Contramaestre S.A. aportó 250 bolsas de néctar de mango. La MIPYME La Esperanza, fiel a su nombre, donó 7 sacos de harina, 200 kg de arroz, 8 cajas de macarrones y 15 de sopas instantáneas. El Programa Mundial de Alimentos contribuyó con 198 kg de chícharos, otros 200 kg de arroz y 55 litros de aceite.

Sin embargo, entre los sacos de alimentos y las cajas, llegó una donación distinta: 34 mochilas azules, una para cada gestante, cortesía de UNICEF. Dentro, un kit compuesto por linterna, jabones, toallas, toallas sanitarias, papel higiénico, cepillos, blumers, boxers, silbato, bolsa de agua y champú.

“Por UNICEF recibimos 34 mochilas, con las cuales fueron beneficiadas todas las embarazadas del hogar”, confirmó Azhares Pérez, destacando que el gesto cubrió a la totalidad de la “plantilla” más valiosa: las futuras madres.

En una de las salas, Yennis de la Caridad Suárez Ricardo, de 32 años y licenciada en Educación Primaria, busca algo en su mochila azul. Ingresó hace dos semanas al hogar materno, y el rumor sobre las mochilas ya era un susurro en los pasillos.

“Cuando entré ya se comentaba sobre la donación, la cual no esperaba recibir”, expresó. Ahora, con 36.1 semanas de gestación, esperando una niña, sostiene el módulo como un tesoro. “Estoy muy agradecida por este kit, porque en realidad siempre resuelve y trajo bastantes cosas”, afirmó.

La respuesta solidaria no terminó ahí. “También se hizo entrega de un donativo de ropa reciclada para niños y niñas”, añadió el administrador.

El Hogar Materno Clodomira Acosta Ferral y su gente son un ejemplo de lo que significa enfrentar la adversidad en Cuba. Allí hay un administrador que vela por el sustento, empresas estatales y no estatales que movilizan recursos, organismos internacionales que complementan el esfuerzo y un pueblo que dona lo que puede, desde una libra de malanga hasta una prenda usada en perfecto estado.

Y en el centro de este huracán de solidaridad, están ellas. Las Yennis del país. Mujeres que, en su estado de gestación, encarnan la vulnerabilidad más extrema y la fortaleza más inspiradora. Recibir una mochila con varios artículos puede parecer poco ante la magnitud de un ciclón, pero para quien la recibe es un gran apoyo, una confirmación de que su vida y la que lleva dentro importan, y mucho.

Al caer la tarde en Contramaestre, los trabajos de limpieza continúan en las calles. En el hogar materno, la cocina huele a comida recién hecha con los donativos recibidos. En las salas de descanso, algunas gestantes revisan con curiosidad los contenidos de sus mochilas azules; otras doblan la ropita minúscula para sus hijos. Porque aquí, después del viento, lo que crece con más fuerza es la certeza de que ningún huracán podrá derribar la solidaridad de un pueblo ni detener la milagrosa llegada de una nueva vida.