Santiago de Cuba,

Oscar y Yaimel, los rescatistas santiagueros del Saratoga

12 May 2023 Escrito por 
De la autora

Quien arriesga la vida para salvar a otros, incluso para rescatar los restos del que no sobrevive, es un gigante. Pero Oscar Montoya Pérez y Yaimel Rizo Rodríguez no hablan de heroísmo ni creen extraordinario su desempeño, quizás porque de eso se trata: de llegar a donde otros no pueden, de vencer el miedo que paraliza, de ganarle tiempo a la muerte y regresar con el deber cumplido.

Uno de 24 años y el otro de 37, fueron los únicos rescatistas santiagueros que tomaron parte en las acciones tras el siniestro en el Hotel Saratoga, e integran un grupo de nueve técnicos cuya misión es evacuar, rescatar y cooperar en la protección a personas, animales y bienes materiales en situaciones extremas.

Para eso reciben sistemáticamente una preparación física, psicológica y metodológica que potencia el trabajo en equipo y los alista para enfrentar tareas sumamente peligrosas con dos premisas: cuidarse unos a otros y no abandonar la búsqueda hasta hallar a la última víctima.

Ambos llegaron por caminos distintos al Comando Provincial de Bomberos y les apasionó la tarea de salvar vidas. A pesar de los riesgos y las difíciles condiciones en que deben trabajar, ese es su mundo, su espacio de realización personal.

El Saratoga

Hace un año explotó un camión cisterna de gas licuado en el Hotel Saratoga, en la Habana Vieja, causando 45 fallecidos y más de un centenar de heridos. A dos kilómetros de allí, en La Lisa, nuestros entrevistados aprovechaban las horas de descanso para compartir con un amigo.

"Estábamos pasando el curso para graduarnos como técnicos de Rescate y salvamento, en la capital. Ese día no teníamos clases y nos fuimos para el centro recreativo La Giraldilla con un granmense, que también estaba en el curso y con el cual hicimos amistad.

"Acabábamos de comprar un Havana Club, y antes del primer trago, sonaron los tres celulares. Ahí comenzó todo. Nunca olvidaré que éramos 14 bomberos en el curso, los siete de provincias fuimos los primeros en llegar al Hotel y allí permanecimos durante 72 horas.

"El primer momento fue uno de los más difíciles porque había personas vivas que gritaban y estaban atrapadas entre los escombros. Teníamos que trabajar rápido para encontrarlas y que no fallecieran...", cuenta Yaimel.

¿Setenta y dos horas sin moverse de allí? ¿Cuándo comían, se bañaban y descansaban?

"Con la alimentación no había problemas, la atención fue excelente. No nos bañamos en esos tres días. En situaciones extremas no hay tiempo para eso; la máxima prioridad es encontrar a las víctimas. Teníamos dos horas para dormir en la madrugada. Luego se incorporó otro grupo y se crearon turnos de trabajo.

"Fueron días duros, pero había que buscar aunque sea un minuto para decirle a la familia 'estoy bien, no se preocupen', y preguntar por mi hija, que sólo tenía días de nacida... tanto para Yaimel como para mí eso era fundamental porque en cada servicio, la incertidumbre de lo que pueda sucedernos afecta a nuestra familia, explicó Oscar.

¿Qué fue lo más duro de ese servicio?

"La vigilia. Los familiares nos abrazaban y nos daban las gracias... no hay palabras para describir las emociones de aquel momento", dice Yaimel y ambos hacen silencio, como si les pasara por la mente aquel día en que Cuba toda lloraba y en medio del dolor, los contemplaba orgullosa.

El día a día

La cotidianidad de los rescatistas roza con lo extraordinario, y ello implica a veces lidiar con peligros, tristezas y muerte.

"La familia nos ve salir de la casa con la esperanza de que podamos regresar. Aunque no hablamos de eso, todos sabemos que un bombero está en peligro desde que suena la campana hasta que retorna al Comando.

Hacemos guardia de 24 horas, y en cada una laboramos tres técnicos de Rescate y salvamento, pero el tiempo de trabajo lo determina la emergencia que se pueda presentar... En el incendio forestal de Mayarí Abajo, en los límites de Holguín, estuvimos nueve días", asegura Yaimel.

¿Cómo logran lidiar con el peligro?

"Nosotros tenemos una fuerte preparación y sabemos trabajar en equipo porque de eso depende no salir lesionados o muertos de un servicio. A veces hay que buscar un cuerpo en el fondo de una presa, donde prácticamente no hay visibilidad porque el agua es turbia; y la inmersión es de 30 o 40 metros y si no se hace bien, puedes salir con un trauma similar a un derrame cerebral... Otras veces hay que descender desde una gran altura y del equipo depende preservar al rescatista y a la víctima...

"El peligro siempre está y como seres humanos, sentimos temor; pero nos concentramos en cumplir los objetivos y aplicar los conocimientos para que todo salga bien", dice Oscar.

¿Cuál es el momento más difícil?

"Hay muchos momentos difíciles: desde que entramos a la unidad estamos en tensión porque no sabemos a qué nos vamos a enfrentar. Cuando suena la campana tenemos 45 segundos para estar montados en el carro, no importa si te estás bañando o si estás durmiendo, ante una emergencia no se puede perder un minuto porque a veces ese minuto es la frontera entre la vida y la muerte.

"Como estamos en la ciudad, las playas y los municipios nos quedan distantes. A veces, cuando recibimos la llamada aún la víctima está con vida, pero en el tiempo que nos toma llegar, fallece y eso es lo más frustrante para nosotros, saber que si hubiéramos llegado antes se habría podido salvar", señala Oscar.

"También es difícil llegar a un lugar y ver a los familiares como te piden que busques el cuerpo de su ser querido, como los de un niño de nueve años que se ahogó hace unos meses aquí en Santiago: no fue fácil ver a esos padres cuando sacamos el cuerpo... Y cómo nos agradecieron... Ese servicio me marcó, igual que uno en San Luis, nunca voy a olvidar a aquel hombre pidiendo que encontráramos a su hijo, que él quería darle una sepultura digna", agrega Yaimel.

¿Qué sienten ustedes cuando encuentran a la última víctima?

"La satisfacción del deber cumplido. Ese es el objetivo de nosotros desde que vamos al servicio", responde Yaimel y Oscar añade: "Saber que no trabajamos en vano, que hicimos lo que nos pedía la población porque a ella nos debemos."

Muchas anécdotas quedaron en el tintero, mas no podían faltar las razones para seguir enfrentándose a situaciones de alto riesgo, en las que toca lidiar con imágenes desgarradoras y jornadas de esfuerzo físico intenso.

"Esto es lo que nos gusta hacer: ayudar a las personas en el peor momento. Uno puede llegar a un derrumbe o a un accidente de tránsito y encontrar víctimas gravemente lesionadas, con pérdida de partes del cuerpo, e incluso fallecidas... Es algo que no se puede describir: los gritos, la gente pide que la salve, algunos quieren decirnos qué hacer (y eso puede ser útil o entorpecer la labor)... en esos momentos hay que ponerse fuerte para que todo eso nos afecte lo menos posible y poder realizar bien las tareas asignadas. De nosotros depende auxiliar adecuadamente a los heridos, encontrar a los desaparecidos y darle a la familia el consuelo del último adiós", dice Yaimel, y Oscar remarca: "A veces es difícil, pero el trabajo se hace: el tiempo que haga falta y donde haga falta... Cumplir los objetivos en cada servicio es la mayor satisfacción que uno puede sentir, aunque no siempre esa satisfacción implica alegría. Cuando las personas te abrazan llorando y te dicen gracias por encontrar a mi hijo, y lo has sacado muerto del fondo de una presa o de abajo de una montaña de escombros, te destrozan por dentro, pero eso mismo es lo que más nos compromete a seguir en esta profesión."

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1 comment 3200 Views
Indira Ferrer Alonso

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Comentarios

  • Ladinorca Perez Taquechel Ladinorca Perez Taquechel Friday, 12 May 2023

    Gracias por su artículo, me siento muy orgullosa por tener un hijo Bombero y además uno de tantos Héroes del Saratoga.

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