Aparentemente toscos a los gigantes de las sabanas africanas los estudios le atribuyen cualidades sorprendentes, como signos de empatía, cooperación, altruismo… nada que ver con el actual presidente de Estados Unidos y su administración.
De lo esperado por los cubanos a lo hecho no destacan las diferencias, ese perro con trompa ya nos mordió en su ciclo anterior y sus colegas tienen un récord histórico en cuanto a agresiones contra Cuba, tanto diplomáticas como económicas e incluso cuenta el terrorismo de estado.
Para otros países del área que nunca habían sufrido “tratamientos especiales” con sus emigrantes si puede ser un fenómeno nuevo, por suerte las reacciones en su mayoría han sido enérgicas y “los elefantes” disminuyeron el paso.
Otra pretensión histórica y de naturaleza imperial, que parecía haber quedado atrás en su línea más dura ha resurgido en las Américas, la expansión territorial. Quién hubiera pensado a estas alturas en Canadá y Groenlandia, o en echar por tierra el tratado Torrijos-Carter que devolvió el control del Canal de Panamá a su verdadero dueño.
Si bien es cierto que entre el siglo XIX y los primeros años del XX Estados Unidos se anexó ocho territorios extranjeros, esa práctica no se había vuelto a llevar a cabo desde que sumó a Islas Vírgenes en el año 1917, según los historiadores del tema.
Ya el mundo se había acostumbrado a que el control fuera económico, político, financiero y diplomático, al estilo de hacer una guerra y entregar el mando a un títere que respondiera a los intereses imperiales, pero por lo visto un viejo monstruo se dispone a resurgir.
Harina de otro costal es la actitud hacia las minorías étnicas y los grupos sociales que ya habían conquistado derechos desde los años 60 y un poco más acá, evidentemente la preferencia por el candidato que prometió una economía exitosa está saliendo cara.
A estas alturas dentro o fuera de Estados Unidos y acá, por supuesto, amén de los “problemas en el paraíso” tenemos otra dificultad: un inquilino en la Casa Blanca que a ratos parece más demente que el anterior; a los electores norteamericanos no les quedará más remedio que probar con un elefante verdadero, quien sabe sea mejor presidente.