Bajo un cielo despejado y con una brisa matutina que parecía acariciar las banderas, en el acto de inicio, el Licenciado en Derecho Adriano Mustelier Giro, secretario general del Comité de la UJC en la Alma Mater Oriental, destacó el vínculo imperecedero entre el legado de Fidel y el vigor de las nuevas generaciones, llamando a “marchar no solo con los pies, sino con las ideas, el estudio y la fidelidad a los principios que cimientan nuestra Patria”.

Tras estas palabras, el río humano, encabezado por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) de esta Universidad Mambisa, se puso en movimiento. Una multitud inició el recorrido de aproximadamente 3 kilómetros que separa la Plaza de la Revolución de la sagrada necrópolis.

En el transcurso de la marcha, el sentir de los jóvenes fue la nota predominante. Mauren Arguacil Fernández, estudiante de cuarto año de Comunicación Social, expresó: “Marchamos porque Fidel nos enseñó que la universidad tiene que ser un fusil de ideas. Hoy, nuestro compromiso es estudiar y crear, para defender lo conquistado y construir lo que falta. Cada paso hacia Santa Ifigenia es un paso hacia el futuro que él soñó”.

Por su parte, Antonio Camué Torres, de Derecho, añadió: "Para mí, esta marcha es un acto de continuidad. Venimos a beber de una fuente viva de inspiración. Fidel confió en los jóvenes, y nosotros respondemos con trabajo y lealtad a la Revolución”.

Mientras la multitud avanzaba por avenidas y calles, recibiendo el saludo espontáneo de los santiagueros desde balcones y portales, Lisandra Almaguer Báez, estudiante de Letras, reflexionaba: “Este día no es de luto, sino de reafirmación. Marchamos porque en Fidel encontramos el ejemplo de la resistencia y la dignidad. En un mundo complejo, su legado es nuestra brújula para no perder el rumbo”. Cerca de ella, Enmanuel Linares, de Periodismo, concluía: “Él nos legó la importancia de la solidaridad y el humanismo. Nosotros, los futuros profesionales, somos portadores de ese mandato. Hoy marchamos para decirle a Fidel, y a Cuba, que aquí estamos, firmes”.

Tras poco más de una hora, la marcha llegó a las puertas del Cementerio Santa Ifigenia. Allí, en la solemnidad del lugar donde descansan los padres fundadores de la nación, el pueblo santiaguero —ese pueblo heredero de la rebeldía mambisa— coronó su homenaje.

Con flores, con silencio respetuoso y con la promesa tácita de no claudicar, recordaron al hombre que cambió el destino de una isla. La jornada demostró, una vez más, que en Santiago, la lealtad no es una palabra escrita en un papel, sino un latido que se siente en las calles y un compromiso que, año tras año, echa a andar con el sol de la mañana.