Dos grandes curvas han caracterizado el desempeño de los indómitos en esta edición del Clásico cubano, y no precisamente las que lanzan sus serpentineros, sino las descritas por los altos y bajos en el rendimiento que los llevó de la cima de la tabla al lugar 11.
Muchos pueden atribuir esos resultados a factores como la contratación en el exterior de figuras de peso ofensivo y defensivo, algo a lo que se enfrentan hoy casi todos los equipos de pelota en Cuba, unos más que otros, pero es ya una realidad ineludible.
Otra causa que puede esgrimirse es la irregularidad en el manejo de los jugadores autorizados o no a participar en cada partido (los famosos Jugadores impropios) que ha causado varias derrotas y el consiguiente efecto sicológico en peloteros y directivos, además del impacto en la afición beisbolera; vale aclarar que la mayoría de los “impropios” son lanzadores.
Lo cierto es que cuando parecía que retomaban el rumbo, frente a Mayabeque apareció el fantasma del “impropio” y después vinieron otras dos derrotas que sesgan aún más la posibilidad de clasificar, cuando Leñadores de Las Tunas, y Cocodrilos de Matanzas, ambos con 42 victorias, ya aseguraron cupos a la fase de postemporada.
A las Avispas no le queda más que picar, picar y picar, además de apostar porque sus rivales directos pierdan más que lo que ganan, pero para eso hace falta la cohesión que comienza en los vestuarios y se concreta en el terreno.