Lo más probable es que, cuando usted lea, no se haya definido aún el candidato ganador en un sufragio que marchaba muy reñido, tal cual vaticinó la mayoría de los estudios previos, y que estaría determinado por eso que aquel sistema llama estados claves.
Como sea, millones de estadounidenses acudieron a las urnas este martes bajo los faroles y las fanfarrias típicas de este espectáculo que el imperio presenta al mundo como ejemplo de democracia; claro, con «ligeros detalles que no se echan a ver», como que sea perfectamente posible que el que más votos tenga no sea a la postre el ganador de la silla de la Sala Oval.
Independientemente del resultado, habrá hitos, por supuesto: de salir electo Donald Trump, habría un presidente acusado y sancionado por delitos graves (nunca antes visto); y si la victoria es de Kamala Harris, sería la primera mujer en dirigir el país.
Aunque opacada por la pugna presidencial, hay que decir que no solo se buscaba al mandatario y su vice, sino que también, a nivel federal, a 34 miembros del Senado (de cien posibles) y a los 435 de la Cámara de Representantes. Al nivel estatal, se dirimieron los puestos de 11 gobernadores y más de 5 800 legisladores estatales, entre otros cargos.
De manera general, al iniciar la jornada, alrededor de 80 millones de electores habían emitido su voto –por correo o en persona–, en estados en los que se encontraba habilitada esa opción.
A lo largo del lunes, Trump realizó mítines en Carolina del Norte, Pensilvania y Michigan, con su acostumbrada artimaña de atacar a su contrincante; en tanto Harris centró sus últimos esfuerzos en ganarse el estado de Pensilvania, y en hacer notar el apoyo de figuras del mundo artístico, como la presentadora de televisión Oprah Winfrey, y las cantantes Lady Gaga y Katy Perry.
Los tiempos para conocer el ganador presidencial varían en dependencia de los estados, debido a la variedad en los husos horarios y las políticas de conteo. Por tanto, los resultados definitivos pueden demorar algunos días, y hasta semanas.
No obstante, ni lo reñido del conteo genera tantas dudas como las que sí provoca la cacareada «robustez» de una democracia que cuestionan amplios sectores estadounidenses. Datos preliminares daban cuenta de que alrededor del 73 % de los votantes opina que la democracia de su país está amenazada, y solo un 25 % la describe como segura.
Al cierre no se conocía al nuevo presidente de Estados Unidos. Problablemente aún no se sepa. Igual, solo habrá cambiado el nombre. Seguirá siendo el mismo país, con las mismas ambiciones.