Llegamos a casa y ya “la negra” nos estaba esperando con ese café que sabe a cubanía, tradición y naturaleza. Cuando llamamos a Jorge Luis, apareció entre los cafetales y se sentó junto a nosotros en un taburete recostado a la pared, dándonos esa típica imagen de hombre de campo.
Y nos fuimos a recorrer su finca de 13 hectáreas de tierra, de las cuales 5 están sembradas de café con granos rojos anunciando que es tiempo de cosecha. Este campesino está vinculado a ese cultivo desde los 16 años, gracias a una tradición que compartió con su padre y le quedó como herencia sagrada.
El día que su papá dejó este mundo, Jorge Luis Cajigal Lao decidió recomenzar y tumbó las plantas de café viejas para sembrar otras nuevas. Inició su propia historia y cada año que pasa los rendimientos productivos son superiores. En esta cosecha el estimado de recolección sobrepasa las 400 latas en esa finca y todo se ha logrado con mucho trabajo, dedicación y amor a la tierra.
Junto al café Jorge Luis también tiene varias hectáreas dedicadas a cultivos varios y anda soñando ocupar las tierras vacías con una siembra de cacao para incursionar en un nuevo producto de futuro.
Pero en la finca San Manuel no están solo las manos de este campesino, junto a él está una gran mujer con la que comparte todas las labores del campo. Dianelis Marcané Casero, “la negra”, ama vivir en ese hogar donde se respira un aire tan puro como su sonrisa. Siembra, atiende cultivos, recolecta los frutos, desgrana maíz o limpia frijoles.
Tiene tiempo para la crianza de animales, el cuidado del hogar y nunca abandona su fogón de leña, aunque tenga otras facilidades con equipos eléctricos. Es feliz en el campo y con la vida que decidieron llevar juntos en esa tierra. Hoy están en plena cosecha cafetalera y ambos se complementan para que en la finca San Manuel se sigan contando historias de café.