A punto de jubilarse este diciembre, en un año especial en que el sistema bancario cubano celebra sus 65 de fundado, su vida y sus logros son también la memoria viva de una institución que ha sido cuna, escuela y hogar. “El banco ha sido toda mi vida, me ha marcado; lo único que he hecho es trabajar en el banco”, expresó esta mujer, cuyo reloj biológico parece haber estado siempre sincronizado con el tictac de las cajas fuertes y el latir de un oficio que define su existencia.
Llegó al sistema tras graduarse en el Instituto Técnico de Finanzas, que entonces era la escuela del banco. Comenzó como comercial, ascendió a supervisora, luego fue gerente de recuperación y hoy dirige la sucursal del Banco Popular de Ahorro (BPA) “Altos del Gallito” -ubicado en la céntrica calle Enramadas-.
Su vida profesional es un espejo de la transformación del banco en nuestro país, una institución que, según su visión, siempre priorizó la atención a la población.
Recuerda con especial nitidez los días posteriores al huracán Sandy, cuando, sin electricidad ni sistemas operativos, su equipo logró atender a una multitud desde la resiliencia y el compromiso. “Fuimos capaces de cumplir y atender a toda la población, como en las tantas tareas que nos ha encomendado la Revolución”, dijo.
Entre sus experiencias más entrañables están el proceso de 1985, cuando se empezaron a tramitar los títulos de propiedad, y la Revolución Energética en 2006. “Nos quedábamos hasta tarde”, comentó sobre aquellos años de intensa dedicación, donde la adaptación y el esfuerzo colectivo eran la norma.
Para Juana, cada cambio tecnológico y cada nuevo protocolo representaban un reto asumido con profesionalismo, tal como exige un sistema que cuenta con “manuales muy perfectos, donde todo está escrito” para formar a las nuevas generaciones.
El BPA, creado para fomentar una cultura bancaria y liderar la atención a la población, especialmente a jubilados y sectores vulnerables, ha sido el marco de su realización personal y familiar. Su hija también trabaja en la institución, perpetuando un legado que La O La Rosa espera continuar incluso después de jubilarse: “Si me dan la posibilidad, espero ser recontratada. Mi aspiración es jubilarme con este uniforme. Me sentiría satisfecha”, confesó.
A pocos días de un nuevo aniversario del trabajador bancario, sus palabras trascienden lo laboral para convertirse en una lección de vocación. En Cuba donde la banca estatal se ha dedicado a “crear una cultura bancaria en la población”, Juana encarna el espíritu de una institución que, con cerca de 9000 trabajadores, mantiene sus servicios con “sacrificio, voluntad e iniciativa”.
Su vida no es solo un recorrido personal, sino un fragmento de la memoria colectiva de un sistema al que ella misma define con simpleza y profundidad: “No es solo un banco, es mi vida”.