Orlando Guevara Núñez
El abandono sanitario del pueblo cubano, con particular ensañamiento en los campos, fue una de las razones expuestas por el joven revolucionario Fidel Castro ante el tribunal que los juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953, para justificar la rebelión contra la dictadura impuesta al país el 10 de marzo de 1952, mediante un golpe de estado.
El próximo 26 de marzo, el recuerdo de José Cuevas Veranes estará presente en mi memoria. Así sucede cada vez que hay un proceso electoral cubano. Siempre que a él se le hablaba de las elecciones en la Cuba pre revolucionaria, una exclamación salía disparada, más que de sus labios, de su corazón: ¡Solavaya! En nuestro argot, eso equivale a decir: ¡No quiero saber de eso!
La vivienda era uno de los grandes dramas que vivía el pueblo cubano en 1953, fecha del asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo.
Uno de los legados más universales de José Martí. Aparece en un trabajo publicado en el periódico Patria, el 26 de enero de 1895, titulado “La Revista Literaria Dominicense”.
La mayoría de los cubanos, antes del triunfo de la Revolución, conocíamos a medias a José Martí. Se nos hablaba sobre él como patriota, como poeta, como escritor, pero en el interior de los mármoles y los yesos que nos representaban su figura, quedaban ocultas sus profundas ideas independentistas, patrióticas, latinoamericanistas, contra la anexión de Cuba a los Estados Unidos, y su prédica antiimperialista.
Una afirmación define el amor de José Martí por los pueblos del sur de nuestro continente americano: “De América soy hijo: a ella me debo”. Para él no debían existir fronteras que los separaran. “Pueblo y no pueblos, decimos de intento, por no parecernos que hay más que uno del Bravo a la Patagonia”.